Para enseñar es necesario experimentar
Wakami ha sido la guinda del pastel de la vida de está académica
Ligia Ondina Chinchilla, gerente
administrativa y socia de Wakami.
Aficionada al fútbol y a contar chistes, Ligia Ondina Chinchilla se muestra como una mujer feliz, enamorada de su profesión y apegada a su familia compuesta por su madre, hermana, cuñado y dos sobrinas. Ondina nació en Jocotán “por accidente” y vivió en la ciudad de Guatemala.
Para Chinchilla hay diferencia entre Ondina, la persona “callada, la cuidadita, la protegida, la que no decía nada incorrecto”, y Ligia, la profesional “a la que le abrieron la jaula y empezó a ser libre”. Sin embargo, la persona detrás de los nombres “me fascina porque está enfocada, se mete de cabeza y las exprime hasta el final”.
Estudió administración de empresas en la universidad San Carlos de Guatemala e hizo su ejercicio profesional en san Lucas Sacatepéquez, en una “época difícil por el conflicto”. Obtuvo una maestría en el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae), en donde se quedó trabajando durante ocho años en el campus de Nicaragua, como la primera mujer miembro de la facultad. Es aquí en donde Chinchilla empieza a montar un programa de pequeña empresa que le abrió la puerta a la investigación, a conocer la región y a escribir dos libros.
Chinchilla señala que para ella lo más importante de esta casa de estudios no es el título sino las conexiones. “Llegué a conocer a 14 mil empresarios de 14 países, y fue allí donde me nació la conciencia”, señala quien llegó a ser la directora del programa de pequeña empresa e impulsora del programa de la mujer en la década de los años ochenta. El siguiente paso era estudiar el doctorado en Harvard, importante para ella y para el INCAE, porque habría sido la primera doctora surgida desde las bases. Sin embargo, dijo que no lo haría. “Para ser doctor uno necesita haber vivido la vida profesionalmente”, y ella no lo había hecho. “No sabía si lo que yo enseñaba se podía hacer”, además quería vivir la vida profesional.
Ligia ha trabajado impulsando la modernización del Estado y como consultora del sector privado en Centroamérica y de organismos regionales. Sin embargo, hay algo que se repite en su vida, “me canso y me aburro de lo que hago. Así es que buscó otros horizontes”, afirma.
Dice también que para entonces contaba con la espinita de una tarea importante, aprendida en el Incae: el emprendimiento y ser empresaria. Es así como llega a Kiej de los Bosques como gerente administrativa y socia. “A mí el dinero me viene y nunca he tenido miedo de eso”, señala, y es precisamente eso lo que aporta a esta sociedad. Y aunque aclara que los resultados son producto del trabajo en equipo, también asegura que el crecimiento del cien por ciento sostenido durante cinco años y las ventas por US$1.8 millones durante el 2013 son, en buena parte, fruto de su trabajo.
A Ligia le gusta que Wakami no crea en la caridad. “Aquí decimos que los sueños son la fuente de la inspiración, pero el mercado es la fuente de la prosperidad”. Para ella queda claro que, a quien le compre un accesorio Wakami, hay que darle un valor agregado para que retorne prosperidad y mejoren las condiciones para las 471 mujeres productoras.
A Chinchilla lo que le sobra es energía, la que reparte entre su madre, sus lecturas, las asociaciones a las que pertenece y unas tierras familiares en Sacatepéquez. “Soy muy activa, no puedo quedarme paradita”, dice mientras sonríe.
Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
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