En 1990 Juan Gabriel (Alberto Aguilera, 1950 -2016) se presentó en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, el epicentro de las bellas artes de la república mexicana, luego de una serie de opiniones académicas a favor y en contra de su presentación.
Juan Grabriel (+) rompió el concepto tradicional cultural, al presentarse en el Palacio de Bellas Artes, en México.
Abrir las puertas del emblemático edificio significaba darle una butaca a la cultura popular, a las masas, al mariachi, a las lentejuelas, a las poses y a los movimientos de cadera de un personaje que cuestionaba con su ser, su música y sus letras, no solo al concepto tradicional de arte y cultura, sus cánones, sus símbolos y signos sino también a la expresión machista de la sociedad.
El éxito de Juan Gabriel en el palacio de la alameda era el triunfo de la contracultura frente a una cultura más eurocéntrica que se había refugiado en las paredes art noveau y art déco, y que esa noche fue invitada a verse frente a un espejo y a descubrirse más real.
Para comprender el término contracultura es necesario definir lo que se entiende por cultura institucional o dominante, ya que una no existe sin la otra. Para el sociólogo José Agustín, la cultura dominante es la “dirigida, heredada y con cambios para que nada cambie, muchas veces irracional, generalmente enajenante, deshumanizante, que consolida el status quo y obstruye, si no es que destruye, las posibilidades de una expresión auténtica entre los jóvenes, además de que aceita la opresión, la represión y la explotación por parte de los que ejercen el poder, naciones, corporaciones, centros financieros o individuos”. Este concepto puede encontrarse fácilmente aplicado en modelos educativos y en esquemas empresariales y organizacionales.
La contracultura muchas veces suele expresarse por medio del arte gráfico y la música.
Agustín señala que, la contracultura abarca movimientos, colectivos y expresiones culturales, a veces, juveniles que “rebasan, rechazan, se marginan, se enfrentan o trascienden la cultura institucional”. Estas expresiones y movimientos tienen su expresión muchas veces por medio del arte gráfico, la música. La contracultura atraviesa y cuestiona también la adquisición del conocimiento, la sexualidad, las normas morales, las relaciones establecidas, la producción, el liderazgo, las creencias sobre la trascendencia y sobre realidades no tan trascendentes como el dinero y la propiedad privada.
Miguel Flores, doctor en Comunicación, señala la importancia de recordar que son las personas en determinado entorno las que crean ciertos valores y productos que se van haciendo propios. Este es un proceso de creación de cultura que se da en cualquier ámbito y que consiste en un movimiento constante en donde todo lo que cuestione lo establecido es contracultural para luego convertirse en cultural o aceptado y asumido.
Flores pone el ejemplo de la Semana Santa en Guatemala, en donde un elemento contracultural son las fiestas y conciertos en la playa, que en un momento fueron vistos como algo extraño o ajeno, y ahora como parte integrante. En palabras de Néstor García Canclini “la cultura está en constante movimiento y sus nuevos elementos dan lugar a la hibridización”.
Agustín advierte que el término contracultura proviene del inglés counter–culture, “y su definición sería cultura en oposición”, y también puede comprenderse como el movimiento enfrentado con la norma entendida como incuestionable. Aunque pareciera que la contracultura es un movimiento del siglo XX, es oportuno señalar que siempre ha existido, y en muchos casos relacionada con la innovación o el reto del status quo con personas como, Leonardo Da Vinci, Atanasio Tzul, Helen Keller o Rosa Parks, entre otros.
El ámbito empresarial no escapa a la influencia social ni a la creación de la cultura y de la contracultura. Sin embargo, no todas las empresas se adaptan a los cambios sociales ni están al tanto de lo que ocurre en el entorno. Refugiarse en lo conocido, en una cultura que mantiene el status quo ha llevado a la quiebra a empresas que no supieron leer los cambios e incorporarlos dentro de su cultura organizacional y que pueden ir desde incorporar o ignorar elementos tan superficiales como el uso de un uniforme hasta seguir actuando con políticas salariales, de horario, inclusión, desarrollo o inversión, como si se viviera en la época industrial y no en la era de las relaciones. Una empresa puede poner uniforme a sus empleados como parte de su cultura, pero en el fondo significa que sigue actuando con una mentalidad de control y no de libertad, señala Flores.
El discurso organizacional de cada empresa es la vitrina para ver qué tanto se está abierto a los cambios. las agencias de publicidad han flexibilizado sus políticas en aras de la creatividad.
El discurso organizacional de cada empresa es la vitrina para ver qué tanto se está abierto a los cambios o qué tanta resistencia hay. Vale la pena mencionar que el discurso no se refiere únicamente a la comunicación oficial, sino a todos los elementos por medio de los cuales las empresas y organizaciones comunican: comunicación institucional, políticas laborales, responsabilidad social, establecimiento y mantenimiento de redes de comunicación interpersonal, inclusión social y la satisfacción de sus empleados y de sus clientes.
Uno de los movimientos vanguardistas en la reflexión de la contracultura es el queer . Una activista de este movimiento para quien no dar su nombre es parte de su filosofía, lo define como “alguien que cuestiona las identidades binarias de la masculinidad y feminidad y que busca otras posibilidades de ser y de representarse”, aunque explica que no se limita a este ámbito, también se está tratando de renombrar la discapacidad.
Ya que, según la estética tradicional de la belleza, un cuerpo con discapacidad es no deseado, y al sistema enfocado en la producción no le sirve para sus fines.
El reto, indica la activista, es cómo lograr que estas identidades “de la periferia”, como pueden ser la discapacidad, diversidad sexual y culturas indígenas, se enlacen dentro del sistema productivo sin perder ni comprometer su identidad. Sin embargo, está consciente que el sistema es así y que probablemente en espacios más pequeños la realidad de lo queer o de la contracultura puede ser más factible.
Es probable que los cambios organizacionales no estén tan lejos. Hay que dejar que la corriente los siga empujando. Los cambios en el concepto de la empresa y en el management han variado incluso en el discurso de Peter Drucker.
En el estudio Management y sociedad, en la obra de Peter Drucker, se hace un análisis del discurso del gurú y se concluye que debido a la crisis, a las demandas de la población y a la fragmentación de los mercados, en sus últimas obras aparecen términos como movilidad, saber, red, cambio, innovación, más relacionados con contracultura, con transformación desde un modelo de producción en serie hacia un modelo de producción flexible en el que “una metáfora de las cadenas es sustituida por otra metáfora de las redes”
Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
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