Contracultura: movimientos sociales que exigen atención
La contracultura es la expresión de grupos que se oponen al sistema, porque este los orilla a ser diferentes a lo que quieren ser
La historia ha estado llena de contradicciones a lo largo de la vida humana. Nunca han faltado movimientos que se resistan al stablishment y busquen formas diferentes de expresión. Sócrates es uno de los grandes ejemplos de ese tipo de pensamiento, opuesto a lo establecido y lleno de creatividad y certeza en sus planteamientos. Tan opositor fue este famoso filósofo que sus revolucionarias expresiones lo condujeron hasta la pena de muerte.
La sociología plantea a este tipo de movimiento como la contracultura; es decir que, se trata de expresiones opuestas a lo culturalmente aceptado por la sociedad. De allí que sea contracultural todo lo que se oponga a la vida socialmente oficial de los grupos humanos.
El género Trova es un ejemplo del movimiento contracultural. En la foto Trovajazz en Guatemala.
Entre los movimiento sociales y contraculturales más fuertes y reconocidos de los últimos tiempos, está el de los hippies, que plantearon su propia filosofía y se opusieron abiertamente a los movimientos guerreristas del mundo. Sus masivas reuniones en Londres y Washington, pueden ser un ejemplo de lo que aquí se habla.
Movimientos contraculturales los hay en muchas áreas. En lo político, en lo económico, en lo artístico. Guatemala vivió de hecho un movimiento contracultural político-ideológico que la llevó como país a 36 años de un enfrentamiento armado, que no nos llevaron finalmente a nada concreto como sociedad, más que a la firma de unos acuerdos cuyo contenido sigue siendo materia de discusión.
Los hippies plantearon su propia filosofía y se opusieron abiertamente a los movimientos guerreristas del mundo.
En lo económico, el mundo entero vive hoy día movimientos contraculturales que están devolviendo al trueque su sentido utilitario para la satisfacción de las necesidades humanas. Más de cien pequeñas ciudades en toda Europa se están planteando sus propios modelos económicos basados en el trueque. Se resisten a lo impuesto por la Unión Europea (UE) y ponen en práctica una serie de acciones que, en términos reales y prácticos les facilitan la subsistencia. Han creado incluso sus propias monedas, aprobadas algunas por las autoridades locales, pero otras ni eso, apenas llegan a aprobaciones sociales comunitarias, pero válidas al final, porque son acuerdos sociales de quienes las practican.
El Brexit mismo, que llevó recientemente a la salida de Inglaterra de la Unión Europea, es un ejemplo vivo de un movimiento contracultural.
Contracultura viva
Como sociedad, Guatemala no puede escapar a la existencia de este tipo de movimientos que son producto del descontento con lo oficialmente establecido. Las famosas manifestaciones conocidas como las de La Plaza, que se extendieron por todo el país como reguero de pólvora encendida y que llevaron al derrocamiento del gobierno encabezado por Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, son un ejemplo vivo de este tipo de expresiones.
Se trata de movimientos que le dan otro sentido a la vida de los miembros de una sociedad, pero se trata de un sentido de expresión y libertad que les permite ser más ellos mismos.
Si antes fueron los hippies, hoy día puede hablarse de los hiphoperos. Son grupos de jóvenes inconformes con la forma en que la sociedad intenta imponerles sus costumbres y formas de ser y pensar. Ellos han encontrado en lo artístico las herramientas para resistirse. El baile, el canto, el arte plástico y la música en general se han convertido en sus principales aliados para demostrar a la sociedad que tienen su propia cosmovisión; o sea, su propia forma de ver el mundo y las formas de solucionar sus problemas.
Carlos Interiano, doctor en investigación social y semiólogo guatemalteco, apunta que los movimientos contraculturales son comunes y han sido así durante la historia humana. Dice que se trata de movimientos que sirven de válvula de escape a las imposiciones que la sociedad intenta hacer en los jóvenes.
Los grafiteros son artistas de la pintura que, ante la falta de espacios que les den valor a su arte, han encontrado en las paredes los lienzos que nadie les ha querido facilitar.
La música llamada de protesta, que sigue teniendo auge en Guatemala, es un ejemplo real de movimiento contracultural. Ese género musical llamado Trova y que surgió en Cuba, con exponentes de la talla de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, solo para mencionar un par de nombres, es producto de la contracultura.
Sin ir muy lejos, el centro histórico de la ciudad se ha llenado de este tipo de expresiones durante los últimos años. Es común ver a jóvenes practicando habilidades extremas con sus patinetas sobre las banquetas del centro histórico. Incluso utilizan, junto a los hiphoperos, las mimas entradas y gradas del Palacio Nacional. Pero lo hacen en el fondo en una actitud de reto a la autoridad, no con el afán de crear enfrentamientos violentos sino con el de llamar la atención y hacerse notar. Quieren gritar que están presentes, que tienen sus propias formas de decir las cosas pero que nadie les pone atención.
Ximena Morales Castilla, estudiante del último año de sociología e integrante de algunos proyectos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), dice que estos movimientos no hacen sino dejar mostrar sus pensamientos a través de distintas formas de expresión, poco ortodoxas para el país pero comunes para ellos.
Los grafiteros, por ejemplo, son una clara muestra de este tipo de movimientos. Son verdaderos artistas de la plástica y principalmente de la pintura, pero ante la falta de espacios que les den valor a su arte y manifestación, han encontrado en las paredes los lienzos que nadie les ha querido facilitar.
¿Clasismo?
Algunas veces quizás, pero en realidad los movimientos contraculturales devienen fundamentalmente de las diferencias generacionales que la misma evolución plantea de manera natural y que la sociedad no es capaz de absorber, procesar y guiar.
Toda sociedad tienen sus reglas, y estas están reflejadas en sus ordenamientos jurídicos, que parten de las constituciones políticas hasta sus reglamentaciones, pasando por los códigos y las leyes ordinarias. Pero la evolución social no es estática como las leyes. Los miembros de una sociedad van cambiando sus maneras de percibir los fenómenos y, por supuesto, también las formas de encontrarle solución a sus problemas.
José Luis Herrera Zavaleta, un filósofo mexicano, plantea en su ensayo Filosofía y Contracultura, que estos movimientos han existido dese la antigüedad. Y es él quien precisamente muestra a Sócrates como representante máximo del movimiento antisistema de la sociedad ateniense. “Con sus enseñanzas rompió los moldes de una sociedad hipócrita y eso le valió el desprestigio efectuado por los sicofantes, difamadores profesionales al servicio de la clase dominante en Atenas, y luego lo condenan a muerte”, dice el filósofo.
Hay quienes ven movimientos contraculturales incluso en la mitología. Herrera asegura que la historia de Pandora es un claro ejemplo. “Antecesora de Eva y ligada de algún modo al fuego, abrió la caja prohibida para que la humanidad asuma su destina y, además, cerró la caja antes que la esperanza saliera. La armonía que vivía el mundo era ficticia, no era humana, por eso Pandora, la chica mala, abrió la caja que contenía todos los males, que no son otra cosa que el hombre mismo: la envidia, la enfermedad, el vicio, las plagas, la injusticia, el hambre, la locura, etc., que son los males con que el hombre ha destruido ya su propio planeta. Así que la bella Pandora no hizo sino ponernos frente a nosotros mismos”, argumenta Herrera.
“La contracultura aparece muchas veces sumergida y marginal por la enorme fuerza del imaginario social del sistema que establece creencias, gustos, morales, patrones anquilosados, los que a su vez crean modelos de conducta y de ‘comportamientos correctos’ que originan represiones muchas veces feroces y terribles que no solo pertenecen al pasado”, continúa el filósofo.
Sócrates es el representante máximo del movimiento antisistema de la sociedad ateniense
Desde esta perspectiva, dice Herrera, la contracultura se mueve para marcar nuevas tendencias y lograr cambios, no solo en el sistema que asfixia y oprime, sino lograr que ese caminante que es el hombre se encuentre algún día a sí mismo.
En el campo de la ciencia también hay contracultura. Por ejemplo, en 1967 se desarrolló en Londres un Congreso Antipsiquiatría, que surgió bajo la influencia de Jean-Paul Sartre. En dicho evento, al que asistió un número grande de reconocidos y eminentes psiquiatras, se abordó las relaciones entre lo políticosocial y psíquico-personal. Allí se puso el método de tratamiento psiquiátrico a nivel de la familia, la educación, la política y la vida social, se habló de la psicosis y la esquizofrenia, como productos de las relaciones sociales y no de trastornos mentales personales.
La explicación entonces de lo contracultural, es que la cultura como tal como puede permitir un Eros Libre y por eso lo limita, lo prohíbe. Lo anterior, sin duda alguna, da lugar al surgimiento de esos movimientos rebeldes que intentan descubrir y promover su libertad de acción, de pensamiento y de evolución. Porque al final esos son los movimientos contraculturales.
La contracultura ha dado lugar al surgimiento de movimientos rebeldes que intentan descubrir y promover su libertad de acción, de pensamiento y de evolución.
Y es que el principio de la realidad está en la libertad y en la cultura. Si estas tienen límites más allá de lo racional, pues no tienen más que buscar válvulas de escape que le permita a sus integrantes ser ellos mismos y no lo que otros quieren que sean.
A eso debe apuntarse entonces la regulación jurídica, la educación y los movimientos culturales del país, a garantizar espacios para que todos, con sus diferentes formas de pensar, nos sintamos libres y sin presiones para ser quienes somos.
Incluso parte de esta filosofía es la que priva en los movimientos tendientes a liberar el uso de estupefacientes como la marihuana, cuyo consumo se incrementa en la sociedad por su mero espíritu prohibitivo, lo cual le da un valor contracultural por ser su consumo antisistema.
Comprender y hacer valer estas formas de pensar, sin permitir la anarquía por supuesto, es el gran reto social. Es el gran reto que deben asumir las autoridades si en realidad esperan que el país sea diferente.
No se trata de permitir el libertinaje, para nada. Se trata de facilitar a todos la práctica de sus derechos y libertades, pero no como a algunos se les ocurre que deba ser, sino como a los grupos mismos se les ocurre ser.
Las generaciones cambian y evolucionan. La vida misma genera esos cambios y todos debemos ser capaces de entenderlos, pero también de atenderlos para evitar que los movimientos contraculturales se conviertan en amenazas sociales y menos se conviertan en generadores de violencia.
La contracultura es vida, pero es vida desde la perspectiva de los grupos que la perciben de distintas formas y tienen derecho a vivir la vida así. El Estado, entonces, solo debiera ser ese moderador social que permita y facilite la armonía entre las distintas expresiones para evitar rebeldías innecesarias, pero menos expresiones de insatisfacción de las necesidades humanas que, al final de cuentas son la verdadera fuente de surgimiento de esos movimientos contraculturales en cualquier parte del mundo.
Carlos Morales Monzón
Periodista y Profesor Universitario
cmoralesmonzon@yahoo.com