Adquirir competencias para ser protagonistas
La reforma educativa busca facilitar que los jóvenes adquieran competencias que les permitan enfrentarse al mundo
Cynthia del Águila,
ministra de Educación.
Es común que a los niños se les pregunte ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Las respuestas siempre van en la línea de imaginarse y soñarse como personas que se desempeñan de forma exitosa. Y es que, en los sueños no hay lugar para las pesadillas.
Se dice que el ex integrante de los Beatles, John Lennon, pasó por la misma situación. “Cuando tenía cinco años de edad, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, ellos me preguntaron que quería ser cuando creciera. Yo escribí ‘feliz’. Ellos dijeron que yo no había entendido la pregunta, y yo les respondí que ellos no habían entendido la vida”.
En el ámbito de la educación confluyen dos corrientes, una que considera la educación como el espacio donde los niños y los jóvenes son los protagonistas. Según Moacir Gadotti, director del Instituto Paulo Freire, ese protagonismo es “la capacidad generadora que tienen los niños y jóvenes para sentir, proponer, criticar y crear sus propias formas de comportamiento y realización personal”. Y la otra corriente, que considera a los niños y jóvenes como sujetos beneficiarios del conocimiento adulto, quienes además saben lo que es bueno para ellos ahora y, en el futuro y por lo tanto, deben ser llenados de conocimientos.
Esta discusión sobrepasa el estricto ámbito de la educación y responde a las exigencias de la globalización, de la cultura mundial y, sobre todo, del mercado. Los sistemas educativos nacionales deben responder a lo que dicta la globalización, aunque ésta sea, en muchos casos, contradictoria.
La jurista francesa, Mirellie Delmas Marty, señala que “hay fronteras abiertas a las mercancías y capitales, pero no a los seres humanos (…) y la disociación entre derechos económicos y sociales limita el crecimiento a los beneficios económicos y financieros y no impide la agravación de la precariedad y la exclusión social, ya se trate del desempleo o de la pobreza extrema”. Diferencias que es importante que los educadores tomen en cuenta.
La globalización lo que pide es que se formen personas competentes, lo que no debe confundirse con competitivas. En el índice de competitividad global, una herramienta elaborada por el Foro Económico Mundial, hay datos que explican por qué Guatemala no es considerado un país competitivo. La calidad de la educación en ciencias y matemáticas nos ubica en el puesto 137 de 144; la calidad de la educación primaria en el puesto 136 y la calidad del sistema educativo en el puesto 130.
Una persona competente, según las Academias de la Lengua Española, es la persona que tiene “pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado”. Y una persona competitiva es aquella que tiene la capacidad de competir. Esto es lo que señala Cynthia del águila, ministra de Educación, al contar que el currículo nacional base del nivel medio se encuentra en un constante proceso de revisión que busca “incluir aquellos temas que van a permitir que nuestros jóvenes puedan adquirir competencias para la vida”.
La reforma educativa se a la que también los maestros deben formarse a nivel superior.
Añade que los jóvenes van a estar preparados para insertarse en el mundo laboral en las distintas áreas y para responder a las exigencias nacionales y globales. Bajo esta perspectiva se facilita que puedan formarse en áreas “donde van a encontrar trabajo”. Es por esta razón que surgen los distintos bachilleratos, en turismo, en agroforestería, en textiles, con orientación en computación y el bachillerato en educación. Es decir que se busca que los jóvenes sean competentes, pero también competitivos.
A partir de los Acuerdos de Paz, en 1996, se comienza una reforma educativa que desemboca en los cambios actuales. Del águila dice que el Mineduc cuenta con 200 carreras registradas, muchas de las cuales no responden a ninguna necesidad específica. Aunque en el sitio web del Ministerio de Educación aparece solamente un listado de 34 carreras.
Uno se pregunta, dice la ministra, “¿Por qué se están formando en este perfil? ¿En qué van a trabajar? ¿Qué van a aprender dentro de ese bachillerato, perito o secretariado? Ante esa proliferación de carreras, se analizó si la formación que se estaba dando respondía a las necesidades reales del mundo laboral. Una de las formas de saber la respuesta era preguntar a otro de los actores del proceso, para saber cuáles son las “competencias que le permitan a los estudiantes responder a esas destrezas que se van a necesitar en el mundo laboral”.
Aglutinados en este otro actor se encuentran organismos internacionales y los sectores industrial, de textiles y de recursos humanos, entre otros. Se cuenta con una agenda para coordinar acciones con el Programa Nacional de la Competitividad, con el Ministerio de Economía y con el Ministerio de Trabajo. Como producto de estas acciones, el currículo cambiará de nuevo ya que se debe recordar que este es “dinámico, modificable y, por lo tanto, se puede enriquecer”, afirma Del águila.
Las competencias que los estudiantes debieran adquirir son las denominadas básicas: “poder utilizar la matemática, el pensamiento crítico, el pensamiento lógico, que pueda manejar la comunicación y lenguaje, la lectura y la escritura”. Pero Luego están las especialidades de cada carrera. Por ejemplo, los idiomas. En el área del lenguaje, se espera desarrollar no solo la lengua materna sino también el inglés, como lengua extranjera.
La reforma educativa señala que también los maestros deben formarse a nivel superior, porque ya se había evaluado que “en la educación no había esa calidad que se necesita para mejorar y para desarrollar desde los primeros grados las destrezas y las competencias”. Es por eso, continúa Del águila, “que se está fortaleciendo al magisterio, formando maestros de preprimaria en tres años y un magisterio de primaria que se divide en dos fases: el bachillerato con orientación en educación y la formación universitaria”.
Alfredo García, viceministro administrativo de la cartera, señala que “para reducir la pobreza necesitamos empleos de buena calidad y de buenos ingresos, y para eso necesitamos ser competitivos. Para lograrlo, es necesario que el recurso humano esté mejor formado y “son los maestros quienes definen la calidad”.
Una de las críticas a esta reforma educativa y al diseño de las nuevas carreras, es que pareciera que están formando solamente mano de obra. García señala que uno de los inconvenientes es que “en el ideario todavía tenemos el tema humanista demasiado plantado que no nos permite ver la otra parte”. El texto de Cristovam Buarque, exministro de educación de Brasil, ilustra esta crítica: “Si en nuestros días el valor del árbol se mide por la madera que produce y el del animal, por la carne y cuero que provee, si el valor se ha transformado en precio, ello se debe a que el proyecto humanista se ha desvirtuado en el transcurso de los siglos (…) y debe replantearse”.
Del águila señala que, debe haber un balance y se debe apostar más a la educación si se quieren alcanzar otros niveles. Además, en el currículo nacional base se trabaja también un área de productividad y desarrollo en la que se busca fomentar el emprendimiento y formar recurso humano capacitado.
Al considerar el balance que señala Del águila, vale la pena mencionar la propuesta que Buarque hace sobre “Las siete pistas para el porvenir de la humanidad”, que son elementos a considerar para formar competencias: respetar la diversidad de las culturas, promover una política mundial, proteger mejor el medio ambiente, potenciar una producción dominada por el hombre, afirmar la modernidad ética, integrar mediante la educación y garantizar la igualdad de oportunidades.
Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
editorialgerencia@agg.org.gt