Salud, competitividad y desarrollo

¿Por qué invertir en salud? ¿Qué relación tiene la salud con la competitividad?

Las respuestas a estas preguntas se expresan y comprenden fácilmente. Por ejemplo, una fuerza laboral sana es más productiva. Los colaboradores sanos generan menos inasistencias a la empresa. Por lo que, la buena salud impacta en la productividad laboral de forma positiva. Pero ¿Quién paga por la salud de los colaboradores?

Postergaré la respuesta a la interrogante, para tratar primero la relación entre salud y competitividad. Partamos de que la competitividad se relaciona con el crecimiento económico y que se constituye en una condición vital del desarrollo humano, aunque no es la única.

Para dimensionar la importancia de ésta, basta con comparar a Guatemala con Costa Rica. Según el Índice de Competitividad Global, del Foro Económico Mundial, Guatemala ocupa la casilla 83 entre 144 países, un 42% mejor que el resto de la muestra, y Costa Rica el 57, un 60% mejor que las demás naciones. En el rubro salud y educación primaria, el cuarto pilar del índice, Guatemala desciende al puesto 95 y Costa Rica se mantiene en el 57.

Más salud, más productividad

Las cifras evidencian que nuestro país podría mejorar en competitividad si aumentara los niveles de educación y servicios para la salud. Pese a ello, aún logra mantener una posición medianamente buena, aunque Costa Rica no padece por esa desventaja.

Si disgregamos todavía más, en el segmento salud, Guatemala ocupa el puesto 91, 37% mejor que la muestra, y Costa Rica el 32, con ventaja de un 78% sobre el resto. De allí que, el Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita de nuestro país, sea únicamente del 40% del nivel alcanzado por los costarricenses.

Los indicadores sitúan a Guatemala en una posición respecto al resto de países y el análisis resalta la urgencia de incrementar y optimizar los servicios para avanzar por la ruta de la competitividad; pero ninguno establece la lógica, ni el modo de cómo la salud de la población podría mejorar. Por otro lado, es de todos sabido que la salud de las personas es de los bienes más costosos requeridos por la modernidad y el desarrollo.

En el cuarto pilar del índice de Competitividad Global, que es Salud y Educación Primaria, Guatemala ocupa el puesto 95 de 144 países en 2013.

¿Quién paga por los servicios?

La salud se ha vuelto un tema de política convencional que ya no puede ser ignorado por las empresas, debido a su extraordinaria importancia. Simplemente, la salud es una disyuntiva entre la vida y la muerte.

Conforme la calidad de vida aumenta, crecen las necesidades del Estado para cumplir con las exigencias de la salud de los ciudadanos. Sobre todo cuando las implicaciones para la productividad impactan directamente. La lógica simple advierte que la habilidad para producir competitivamente incrementa a medida que potencializan los servicios de salud.

En sistemas en donde se les obliga a las empresas a pagar un seguro médico para su plantilla, como en las grandes corporaciones de Estados Unidos, muchas veces sus mayores proveedores son aquellos que les brindan los servicios de salud y no los que ofrecen insumos productivos.

La salud universal es un valor humano, pero nunca es gratis. Por ello, las empresas que asumen el costo se ven en la necesidad de vender más caro que sus mismos competidores, y es que, a pesar de ello, éste es un servicio que no se puede ignorar. De allí que, las firmas domésticas que extienden seguros médicos a sus trabajadores deben lidiar con costos más altos de compensación. La realidad refleja una situación distinta. Porque, aunque se dice que los empleadores pagan los costos de los seguros médicos, quienes los pagan son los mismos trabajadores.

Por lo general, cuando las empresas asumen seguros médicos, los cargan a la cuenta de los salarios y otras formas de compensación, por eso las escalas salariales son más bajas. Como consecuencia, los costos de ofrecer un seguro médico a los colaboradores no es una desventaja competitiva para las empresas.

Las empresas fijan los salarios y los beneficios, y si éstos abarcan algunas ventajas para los trabajadores, como los seguros médicos, no las asumen, lo que afecta la producción. Sin embargo, la presencia de sindicatos y el impacto de las leyes laborales, son disonantes en esta reflexión, y hay situaciones que sí impactan a la competitividad empresarial. No obstante, es la interacción entre la oferta y la demanda la que establece la compensación laboral en los mercados. Porque entre más se paga en salud, menos se paga en salarios.

Existe una diferencia considerable según el horizonte de donde se vea. Si el gobierno ofreciera los servicios de salud, las empresas que asumían lo costos dejarían de hacerlo y, automáticamente, se volverían más competitivas. Sin embargo, la ventaja se reduciría a medida que los sindicatos exigieran salarios más altos, y esto incluiría a las empresas que pagan más en salarios y menos en seguros médicos.

En resumen, las empresas que apuestan a la competitividad deben considerar ofrecer seguros en salud a sus gestores. Asimismo, los trabajadores deben tomar en cuenta que los beneficios que les ofrecen las compañías se convierten en compras obligadas. Por lo que, lo mejor, es que el colaborador decida sobre la opción en salud, si pagarla o no.

 

 

 

 

 

 

 

 

Nicholas David Virzi Arroyave
Director
Departamento de Economía
Universidad Rafael Landivar
nicholasvirzi@gmail.com

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