Carrera sobre la marcha
La historia de la guatemalteca que ha recorrido con éxito más de 15 países
Mirna Ortiz, marchista guatemalteca,
campeona a nivel internacional.
Las dotes de atleta surgieron en la niñez de Mirna Ortiz, una mujer esbelta, dinámica e hiperactiva que siempre demostró deseos por sobresalir. Fue una buena estudiante y una buena hija para su abuela, la mujer que la crió junto a otros 11 hijos, después de que su madre se fuera a vivir al extranjero, tan solo 18 días después del parto.
Las condiciones en las que creció fueron precarias. Asistió a una escuela pública en donde, por aquellas causalidades de la vida, un profesor de educación física la eligió para formar la selección de mini atletismo. Allí comenzó su vida deportiva y la que hoy es una gran historia en esta disciplina.
Su primer logro lo consiguió 18 días después de estar entrenando. Por primera vez, viajó a El Salvador en donde obtuvo la primera clasificación a una competencia centroamericana. Fue allí cuando dijo “esto es lo mío”, aunque comenta lo difícil que fue, pues “no tenía ni para comprar un par de tenis”. Su profesor adquirió unos de paca y se los prestaba para el entreno, pero estaban sujetos a su puntualidad y buen comportamiento.
En ese entonces, entrenó por doce meses; pero, la situación económica la obligó a retirarse, según ella para siempre, pero fue por 9 años. En el ínterin, Mirna tuvo dos hijos y vivió en una relación de pareja que colapsó con el tiempo. Es así como aprendió a vivir “sin depender de nadie”. Con un empleo como perito contador luchó por sus hijos y por su hermano pequeño, quien pasó a ser su responsabilidad tras el fallecimiento de su abuela.
Mirna estaba segura de que en “algo” debía trascender para que sus hijos gozaran de una mejor condición económica que la que ella tuvo. El destino entonces la reunió con Rigoberto Medina, el entrenador cubano que tras buscarla y hacerle la propuesta le devolvió la fe en el atletismo. Él le planteó la idea de retomar aquello que un día comenzó y la hizo buscar los medios para hacerlo posible. En su inmenso deseo, Mirna consiguió la ayuda de una de sus hermanas, quien se encargó de la manutención de los tres niños
En ese caso, Mirna debía velar por su subsistencia. Cuenta que su entrenador la ayudaba con algo de comida por la mañana, porque para él también era complicado, pero ese era el único alimento del día que le proveía la energía para soportar inclusive el entrenamiento de la tarde. De 105 libras pasó a 84, pero en 8 meses estuvo lista para los juegos panamericanos, con un nivel físico y deportivo óptimo, lo que al comienzo le pareció imposible.
Mirna no deja dudas del sobrado esfuerzo que ha coronado con éxito, al haberse convertido en una campeona de la marcha. Con 3 mundiales: 2 de marcha y uno de atletismo, 1 juego olímpico, 1 juego panamericano y 1 juego bolivariano, la atleta se presenta al país después de cada competición con la frente en alto y una medalla como estandarte, a pesar de que la decisión implicó que perdiera la custodia de sus hijos y los dejara de ver por dos años. La demanda aún se encuentra abierta, y ella espera que las autoridades analicen su caso y le den un fallo a favor.
Hasta hoy, Mirna ha podido portar 4 medallas de plata en los mundiales, 1 más de plata en los Juegos Panamericanos y 1 de oro en los juegos bolivarianos. En la actualidad, comparte su vida con sus tres mayores alegrías, y también con el medallista olímpico, su esposo desde hace un año, Erick Barrondo, por quienes agradece a la vida gozar de la estabilidad que antes le fue privada.
Ileana López
Directora
Revista GERENCIA
gileana@agg.org.gt