El Mundial De Fútbol, Emociones Que Se Viven Y Venden

El mundial de fútbol es cada cuatro años. Pero es un período suficiente para demostrar lo frágil que es el ser humano para reaccionar involuntariamente a las motivaciones externas.

Si hay un deporte que desborde las pasiones, ése es el fútbol.  Y lo hace a todo nivel.  Desde la emoción de apoyar a un equipo del barrio, hasta la de gritar e incluso apostar por una selección mundialista, aun así, no sea la de Guatemala.

Eso si, solo hablamos de las reacciones propias del ser humano ante un deporte que une, pero a la vez divide a las personas. Porque también podemos hablar de lo que otros aprovechan a hacer gracias a estas pasiones. Para la época de un mundial, los mercadólogos nos ofrecen desde un televisor, hasta un analgésico, pasando por refrigeradoras, lavadoras, secadoras, licuadoras y amueblados.  Así, se hacen ofertas de bebidas gaseosas, alcohólicas, golosinas y snacks. Todo bajo la sombrilla de un deporte que en el fondo no tiene nada que ver con estos productos, pero que los profesionales en la materia consiguen vincularnos con ellos.

La fiesta del mundial de fútbol ya está a la vuelta de la esquina. Cada cuatro años el mundo entero vive la gran final que durante un mes nos hace gritar goles y jugadas, pero también reclamar acciones de jugadores y hasta de entrenadores. Porque para un partido de fútbol, todo mundo es un técnico. Todos saben de táctica y estrategia. Reclaman alineaciones, sustituciones y hasta contrataciones de los equipos.

Todo está en la mente
Pero ¿por qué somos así? ¿Por qué reímos, por qué gritamos y hasta lloramos con un simple partido de fútbol? Sandra Revolorio es psicóloga clínica, y ella cree que un partido de fútbol lo que hace es sacar a la luz una serie de emociones que el ser humano puede experimentar, pero que son causadas por reacciones fisiológicas. “Se trata de una mezcla de emociones que pueden observarse con mucha más frecuencia en un encuentro de fútbol.  Miedo, ira, alegría y tristeza salen a flote sin que la mayoría de los seres humanos sean capaces de controlarlas”, asegura la profesional.

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Sandra Revolorio, psicóloga clínica.

Gritar un gol con tanta pasión no es sino el resultado de la segregación de oxitocina.  Se le conoce también como la hormona del amor y la felicidad, es producida en el hipotálamo humano y se secreta desde la hipófisis.  Se trata de una hormona que nos une con lo demás, pero también se encarga de buscar nuestro equilibrio interno. Por eso nos da alegría, favoreciendo la recepción e interpretación positiva de los estímulos ambientales. Y cuando se une con la endorfina, la serotonina y la dopamina, se convierten en el cuarteto de la felicidad.  Juntas provocan ese desbordamiento del que hablamos. De esas emociones que nos hacen saltar, gritar y sentir placer.

Pero ¡cuidado!, advierte Revolorio, porque, así como podemos ser felices, también podemos enfrentar la tristeza y hasta la ira. Por eso nos peleamos con los amigos o familiares. Si el que gana no es nuestro equipo, entonces el enojo será nuestra emoción más notoria.  Aquí se dispara la producción de testosterona y caen los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

El cerebro comienza a consumir más glucosa y oxígeno, y esto da lugar a un estado de agotamiento y hasta se pierde la capacidad de percibir el sabor de las cosas. Se puede caer en depresión, aunque solo sea por breves períodos, pero en ellos vivir obsesiones compulsivas o arranques vioentos que pueden llevarnos a momentos complicados de los que luego podemos arrepentirnos, pero que fueron producto de un momento de descontrol.

Esa es la pasión del mundial, dice la psicóloga clínica. Se trata, según ella, de un evento que despierta en el humano una interrogante que existe en él desde su aparición en el mundo, ¿quién soy? Es una necesidad natural de identidad, de respondernos preguntas que no son fáciles de obtener. ¿De dónde venimos? Y es así como comenzamos a adoptar identidades falsas y nos convertimos en seguidores de equipos que nos hacen sentirnos parte de algo. Nos dan sentido de pertenencia a un grupo y eso despierta en nosotros seguridad.

«El mundial es el aprovechamiento de la necesidad humana de pertenencia», y los mercadólogos lo saben. Por eso, esta época sirve de excusa para comercializar toda clase de productos, hasta los que no se relacionan con el fútbol.

Por eso es por lo que seguimos a los equipos, y por eso es por lo que reaccionamos de diversas formas ante los resultados de un partido de fútbol. Y en un mundial de fútbol, dice Revolorio, los guatemaltecos encontramos mayores motivantes, pues ante la falta de participación de nuestro propio equipo, recurrimos a adoptar la identidad de otros. Así nos convertimos en brasileños, alemanes, italianos, españoles, ingleses o rusos, aunque en el fondo quisiéramos que fuera Guatemala la que estuviera participando.

Queremos que Honduras, Costa Rica o Panamá pasen a otras fases, porque nos sentimos identificados regionalmente con ellos.

Algo parecido pasa con equipos como el Barcelona y el Real Madrid. O bien con la Juventus, el Manchester United o Los Ángeles Galaxy. Pero, el mundial se convierte en una competencia de altos vuelos y a los humanos nos fascina el poder, el tener la oportunidad de decir que somos quien domina todo. Así que, decir que se es campeón del mundo, aunque solo sea a través de la selección de otro país, pero es a la que apoyamos, ya nos da esa categoría de dominio.

Cosas de la pertenencia
La pertenencia de la que hablamos y el momento de las reacciones hormonales, no se quedan así de inaprovechables. Mientras unos las vivimos, otros buscan como sacarles provecho. Aquí es en donde entran en acción los empresarios, quienes, a través de los mercadólogos y publicistas -como dirían las abuelitas- nos meten entre ojo y ojo las cosas.

Tener un televisor lo convierten en una necesidad. Y como a estas alturas de la vida, todo mundo tiene uno o varios en casa, entonces hay que tener uno mejor. Uno con pantalla gigante o bien con función de tercera dimensión. Pero también tiene que ser smart, que reciba indicaciones por voz y por señas, con sonido de alta delidad, que grabe las mejores jugadas, con programas para participar en quinielas y ver los récords, o de lo contrario se está fuera de moda.

Pero si no tiene como comprarse una tele mejor, no importa.  Habrá decenas de restaurantes ofreciéndole ir a ver los partidos a sus instalaciones.  Allí podrá gozar de esas pantallas gigantes que no puede adquirir, atendido de la mejor manera y disfrutando de los mejores platillos.

Paola Álvarez, mercadóloga especialista en inteligencia de mercados, dice que el mundial es el aprovechamiento de la necesidad humana de pertenencia.

Paola Álvarez, mercadóloga especialista en inteligencia de mercados.

“Sí. Quien no le va a un equipo o no sabe como va la clasificación mundialista, no está en nada. Como dirían los patojos, está out”, dice Álvarez. “Por eso es por lo que todo mundo quiere estar in. Hoy día el mundial ya no es un asunto de hombres adultos, como sucedía antes. Hoy es para toda edad e incluso también para mujeres. Todos queremos estar a la moda. Saber lo que pasa en el mundial, porque es de lo que se habla en todos lados y no queremos estar fuera de la conversación universal”, sostiene la Mercadóloga.

Y aquí es donde entra el papel del mercadeo, porque las posibilidades de desarrollar una campaña son infinitas. “Quien en esta época, que se vive cada cuatro años, saque una promoción y no la enfoque en el mundial, está desperdiciando una brillante oportunidad temática”, asegura Álvarez.

Y en Guatemala, el fútbol es el deporte número 1. Por eso es por lo que todo mundo se aprovecha de ello. Desde rojos y cremas, de Barcelona y Real Madrid, pero también de Brasil, Alemania, Argentina, España y cualquier otra selección que sustituya nuestra identidad y nos permita disfrutar las emociones del fútbol, pero siendo parte de alguien y de algo.

Jorge Aguilar Caridi, es otro mercadólogo experto. De antemano, nos advierte que de fútbol sabe muy poco, pero lo que sabe es que se trata de uno de los deportes más populares del mundo, que despierta pasiones y que, por lo tanto, se convierte en un perfecto motivador para la venta de una gran variedad de bienes y servicios.

José Aguilar Caridi, mercadólogo.

Nuestro experto prefiere no hablar de marcas, por razones obvias, pero cuenta que fue gerente de una empresa que en Guatemala produce quizás el analgésico más conocido de todo el mundo. Y hace muchos años, dice, cuando se encargaba de que su marca mantuviera el liderato en el mercado, no desperdició la oportunidad de un mundial para asegurar su nicho de mercado. Se lanzó con una campaña radial que, aunque muchos pensaban que un analgésico no tenía que ver con un mundial de fut, resultó todo un éxito.

Pero hay que tener cuidado, Aguilar, porque, así como el éxito está casi garantizado para una campaña que tenga que ver con el fútbol, un mal paso puede echar todo por la borda. Recuerda como en una tabacalera para la que trabajó, sus jefes se decantaron por un equipo local y orillaron la campaña a la promoción de ese equipo. Así se partió, por razones obvias, el grupo objetivo y el éxito ya no fue el esperado. Aunque hubo buenos resultados, pudieron ser mejores si el enfoque no hubiese alejado a la mitad de los seguidores del fútbol guatemalteco, argumenta el mercadólogo.

Los actores de esta obra
Sin duda alguna, es la afición la principal actriz de esta obra. Es ese grupo de hombres y mujeres que siguen a un equipo, quienes le dan vida a esta historia mundialista.  Sin ellos, no habría gritos, ni alegrías, ni tristezas. Menos aún, ventas.

Curioso resulta que todos gritan, disfrutan, se enojan, felicitan y maltratan, pero al preguntar porqué lo hacen, las explicaciones no surgen con tanta naturalidad.  Más bien se percibe que pocos saben por qué lo hacen y más aún, niegan que se enojen y aseguran que todo lo hacen por molestar.

Daniel Granados es un seguidor de Brasil. Cuenta que lo hace por tradición familiar, como en un anuncio local. Asegura que, si Guatemala participara, le iría a su selección y reconoce que, si a veces se emociona y hasta se altera, lo hace porque es un deporte que se lleva en la sangre. Compara las emociones que lo hacen vivir el fut, con las que se siente con el nacimiento de un hijo. Y si a veces se molesta con los amigos, dice que es porque quisiera que compartieran su sentir, sus alegrías y sus tristezas, pero eso no es posible siempre, porque hay amigos que le van al equipo contrario.

Gritar un gol con tanta pasión no es sino el resultado de la segregación de oxitocina, también conocida como la hormona del amor y la felicidad.

Juan Carlos Arreaga le va a Brasil, pero también a Alemania. Le gustan los dos equipos por su trayectoria, pero si Guatemala llegara al mundial, cosa que no cree que suceda, le iría a Guate, sin abandonar a Brasil y a Alemania. Y aunque prefiere el béisbol, se emociona con un mundial de fútbol porque son partidos que solo se viven cada cuatro años y se disfruta el mejor fútbol del mundo. Niega molestarse, pero asegura que disfruta cuando gana su equipo y sufre cuando pierde.

Edin Polanco le va a Brasil. Como la mayoría, niega ser fanático, pero agrega que acepta las críticas cuando son reales. Le gusta el buen fútbol y por eso siempre disfrutará de un mundial.

Rony Santandrea es más conocido entre sus amigos como El Chino. Él le va a Italia y a Alemania. En este mundial, ya todos saben a quien le tendrá que ir, pues uno de sus equipos quedó fuera de la contienda. Dice que no se molesta con sus amigos por un partido de fútbol y que respeta todos los puntos de vista como regla para la convivencia.

Fernando Álvarez también le va a Brasil, pues siempre le ha gustado el fútbol de “toque y preciso”. Le iría a Guatemala si clasificara, pero Brasil seguiría siendo su opción, quizás por razones evidentes. Asegura que no se molesta con nadie por un partido de fútbol, aunque en broma dice que, “a menos que sea madridista”.

Antonio Penados, es otro seguidor de Brasil. Asegura que le gusta el juego vistoso, elegante y de estrellas. Si Guatemala fuera al mundial la apoyaría, pero no dejaría de irle a Brasil. Él dice que tampoco se enoja si su equipo pierde y que acepta las derrotas.

Robin García también le va a Brasil. Dice que porque desde pequeño empezó a vivir el fútbol con Pelé. Él no solo le iría a Guate si clasificara a un mundial, también se iría a ver a la selección al mundial. Sostiene que la emoción que siente durante un partido es indescriptible y tampoco se molesta con nadie que le vaya a otro equipo.

Saúl De León prefiere a Argentina, aunque su segunda opción es Brasil. En su juventud lo deslumbraron jugadores como Mario Kempes, Ubaldo Matildo Fillol, Osvaldo Ardiles, Daniel Passarella y Diego Armando Maradona, por eso les va a los gauchos. Tampoco se disgusta con alguien por un encuentro de fútbol, y dice que se disfruta los mundiales porque los espera cada cuatro años y los goza con los amigos y la familia.

Así podría seguir la lista de hinchas, y como se aprecia, nadie se molesta por un partido de fútbol. Pero la realidad no parece reflejar lo que los seguidores afirman.  En las redes sociales, en los chats grupales y en la vida real, las molestias son obvias cuando el equipo de un grupo gana y el del otro pierde. Eso se llama pasión, un sentimiento capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón.

Así es el fútbol, apto para despertar esas pasiones que todos niegan, pero todos viven, quizá porque lo hacen de manera tan natural que ni cuenta se dan.

Pero mientras unos lo viven y otros lo aprovechan, un mundial de fútbol da para que todos saquen ventajas emocionales o económicas, pero también pérdidas, porque la vida es así, de ganancias y pérdidas que le den balance a la vida humana.

Carlos Morales Monzón
Periodista y Profesor Universitario
cmoralesmonzon@yahoo.com

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