Educación universitaria en un mundo tercerizado
Daniel Haering
Nadie que trabaje en el sector de educación superior sabe qué nos deparará el futuro. Ya sea en su versión europea (estatizada y quebrada) o en su versión norteamericana (camino hacia algo parecido a una burbuja inmobiliaria), las universidades parecen estar en un período de adaptación que llevará a un proceso de destrucción creativa. Tanto es así que recientemente Obama ha propuesto una serie de reformas que pretenden bajar los sobredimensionados precios de las matrículas en su país. Quizás un intento de rescate antes de que alguien grite que el rey está desnudo y los jóvenes dejen de endeudarse de por vida para pagar por unos conocimientos que tienen al alcance de dos o tres clicks.
Los profesores del siglo XXI nos enfrentamos a un mundo cambiante, donde actualizar el contenido de los textos es prácticamente imposible. La cantidad de información valiosa disponible excede el tiempo que tenemos en las aulas y surgen constantemente productos en línea que amenazan con enviarnos a lo más profundo del mundo del desempleo. Ante lo prescindibles que nos volvemos y con las contundentes y justas críticas al principio de autoridad del catedrático que Internet nos hace todos los días, nuestro papel evoluciona.
Como siempre el mercado va por delante y nos da una serie de lecciones a este respecto. Salvo en profesiones muy concretas la vida laboral y la formación universitaria son extraños compañeros de aventura. Ingenieros administran empresas, politólogos analizan riesgos en el sector financiero, mercadólogos tienen un papel fundamental en bufetes de abogados y periodistas acaban en el servicio diplomático. ¿Qué conclusión podemos sacar? La información transmitida, pese a ser importante, no es lo crucial en el proceso de educación universitaria. Las empresas e instituciones públicas (las de Guatemala no son una excepción) necesitan personas adaptables, con herramientas para emprender varios trabajos o varias funciones dentro de un mismo puesto. El reto es descubrir cómo solucionar problemas, sean estos los que sean. El espíritu crítico, la capacidad de aplicar teorías a la realidad y la honestidad intelectual son mucho más valoradas, o deberían serlo que fechas y fórmulas.
La educación superior en un mundo globalizado y de economía de servicios es el reto que tenemos en las universidades guatemaltecas. La pregunta está planteada y nos quedaría por resolver la forma de hacerlo ¿Cómo pasar de enseñar a facilitar el aprendizaje? ¿Cómo hacer preguntas adecuadas en vez de responderlas? Cada institución lo hará a su manera pero una cosa es segura: si esto que decimos es cierto los centros que no se adapten derivarán durante años hasta llegar a la obsolescencia y la irrelevancia.
Daniel Haering
Director del Centro de Investigación Internacional Ibn Khaldún
Universidad Francisco Marroquín