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La crisis de la mediana edad es un momento inevitable; pero, la solución es elegible

Comúnmente se dice que alrededor de los 40 años, mujeres y hombres se cuestionan el sentido de la vida, aunque esto tampoco es un axioma. La crisis puede llegar o no y puede ser a los 39, a los 47, a los 51 o a los 54, ya que cada ser humano es único y cada uno ha acumulado en su vida herramientas que le permiten gestionar mejor las crisis. 

Rafael (personaje ficticio), tiene 43 años, es director general de una multinacional, tiene problemas de sueño (no duerme en la noche y no logra terminar de ver una película porque se queda dormido), se encuentra con sobrepeso, dolores musculares, ha tenido mal desempeño sexual con su pareja, no visita al médico general y menos a un urólogo. Vive con ansiedad al pensar que sus subalternos lo pueden superar en conocimiento o en habilidades, y constantemente compara su vehículo con el de sus colegas. También entra en nostalgia por un viejo amor, un viaje u otra carrera.

Un día, Rafael hace un quiebre. Este puede ser causado por quedarse sin trabajo, cambiar de actividad, de pareja o una enfermedad, y entonces hace ejercicio, se pone a dieta, baja de peso, distribuye mejor sus tiempos y quiere comprarse una moto o el carro que siempre ha soñado y nunca ha podido. Rafael atraviesa una crisis para la que no ha recibido herramientas ni ha sido preparado, y la solución puede ser positiva o desgastante.

Alrededor de los 40 años, los hombres aumentan de peso, pierden cabello, encanecen y padecen disminución del deseo sexual. Pero esto es inevitable, porque son signos de la andropausia o baja producción de testosterona, la hormona responsable de producir espermatozoides, del mantenimiento del deseo sexual y del estado de ánimo.

El punto es que, la andropausia no es solamente un conjunto de problemas hormonales, sino que posee un componente social y cultural complejo, que es quizá el que más determina la forma en la que se soluciona o se complica esta crisis de la mediana edad. Si no se maneja bien, la crisis de la mediana edad puede ser el primer signo de una crisis depresiva, indica Mark Jackson, de la universidad de Exeter.

Socialmente la andropausia y la menopausia son valoradas de forma distinta. Basta con ver la publicidad que invita a que las mujeres escondan canas, arrugas y peso, mientras que a los hombres esto no solo les es permitido sino valorado: George Clooney, Arnold Schwarzenegger, Diego Maradona, Vladimir Putin o Barack Obama son ejemplo de cómo los signos de envejecimiento son perdonados. Por otro lado, el consumo de alcohol, de medicamentos, infecciones y la obesidad son también causantes de la andropausia física.

Pero existe también una andropausia psicológica, que es por la que está pasando Rafael, el personaje ficticio, y que tiene que ver con la imagen que los hombres construyen sobre sí mismos y cuánto responde lo que se logra a lo que socialmente pide la “masculinidad tradicional”, como la llama Mikel Otxotorena, especialista en equidad.

Esta masculinidad tiene un estándar globalizado, aplicable para la mayoría de los países occidentalizados, en donde impera un sistema económico capitalista y neoliberal, sin que los términos sean peyorativos sino descriptivos, y que invita al consumo. Jackson motiva a ayudar a las personas que están en la crisis de la mediana edad y a no trivializar el problema, ya que las personas están sometidas a una fuerte presión social que puede llevarlos a cometer un error.

Según Otxotorena, este modelo es imposible de alcanzar, “es tan exigente y tan perfecto, que no conozco a nadie que haya conseguido asumirlo”, ya que ese mandato está relacionado con un concepto de éxito planteado desde el individualismo y desde “el prisma heterosexual en el que hay que cumplir con poseer un trabajo exitoso que encaje con el sistema de tener cosas, que fomente el individualismo y el deseo de sentirse únicos”. Otxotorena añade que, esta visión de éxito, de virilidad y de masculinidad es transversal y afecta también a hombres gay y a hombres transexuales. Pareciera que el paradigma es que el éxito se puede conseguir y se alcanza porque se es hombre, por lo que si el éxito no se alcanza se pierde parte de la masculinidad.

César López, terapeuta, indica que los hombres se cuestionan el sentido de la vida y “de la eficacia, poniendo en tela de duda si se han alcanzado las metas que se tenían propuestas o impuestas” y qué tanto se ha alcanzado el éxito, entendido muchas veces como el bienestar económico. “Eso llena de miedo y pánico, sobre todo porque ya se pasó por la mitad de la vida, y esto produce ansiedad y temor”. Agrega que, para solucionar esta crisis se debe tomar en serio la salud, hacer cambios en relación con la imagen, aceptar que es falible y que la muerte es más probable ahora que antes. Si estas crisis se resuelven bien, añade el terapeuta, no hay nada que compensar comprando. Se trata de aceptar que es una crisis y que se puede tener otro estilo de vida.

Sin embargo, comprender la crisis de esta edad y resolverla no es fácil porque el sistema es muy fuerte y constantemente se reciben mensajes que retan a los hombres a sentirse únicos y a pensar “no hay nadie como yo, yo soy el que ha conseguido esto”, explica Otxotorena.

Sentirse poderoso está ligado al consumismo que invita a usar productos que resalten esa idea de masculinidad: máquinas, motocicletas y sexo. Esta idea de ser todopoderoso está unida a la idea de la potencia sexual (falocentrismo, nunca fallar, estar siempre dispuestos) la potencia económica y la potencia de conocimiento (saber más, nunca preguntar). “De ahí por qué hombres de cierta edad, entre los 40 y 50 años, se sienten realizados -tristemente- solo cuando se compran una moto de alto cilindraje o con mucha potencia”, acota Otxotorena, y es porque se responde metafóricamente a ese mandato.

Los hombres deben tomar conciencia de que son falibles, vulnerables y humanos para superar de mejor forma la crisis de la mediana edad

López llama a la reflexión al indicar que, algunos hombres logran resolver la crisis favorablemente y se dan cuenta que los mandatos de la masculinidad tradicional no tienen por qué ser los suyos, por lo que buscan retomar o querer retomar a la familia, pero esto no siempre se consigue.

El mandato de potencia y consumismo está ligado también, como ya se indicó previamente, a la idea de virilidad y a que la potencia sexual rejuvenece, recuerda López. Algunos hombres en medio de la crisis buscan establecer relaciones con mujeres más jóvenes porque en el imaginario de la masculinidad tradicional esto potencia el vigor sexual. Es lo que Otxotorena llama el síndrome de Peter Pan, que se caracteriza porque a pesar de que se vaya aumentando en edad, se tiene “un espíritu joven”, que lo lleva a no asumir una relación con responsabilidad.

Es común que en la crisis de la mediana edad se cuestione la relación de pareja, el problema está en que, si la solución se busca en conjunto con la pareja, se puede solucionar. Porque si se busca en solitario, podría incurrir en una complicación que desestabilizará más a la persona y a la pareja, y esto podría dar como resultado el fin de la pareja, para darse cuenta de que de todas maneras no se es feliz.

López llama la atención sobre dos asuntos. Comprarse cosas, cambiar de pareja, hacer dieta, someterse a tratamientos o cambiar de imagen solamente alivian la ansiedad, si no se manejan de forma adecuada, porque con ello no mejora el estado de ánimo.

Por ello, el elemento fundamental para los hombres es tomar conciencia de que son falibles, vulnerables y humanos; por lo tanto, el vacío existencial entre la distancia que hay entre las metas planteadas en la juventud y lo alcanzado, no puede ser llenado por cosas. Mientras más conciencia se tome de esta realidad será más fácil aliviar el camino hacia el fin, indica el terapeuta.

 

Roberto M. Samayoa O.
Colaborador
Revista GERENCIA
editorialgerencia@agg.com.gt

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