Néstor debe levantarse todos los días a las 3:30 a.m., caminar hasta la estación de buses y esperar a que el bus salga a las 4:00 a.m. de su comunidad, ubicada unos kilómetros más allá de San Juan Sacatepéquez. A las 7:45 a.m. se encuentra ya en la zona 9 de la ciudad y tiene solamente quince minutos para llegar a su lugar de trabajo. Ha viajado durante casi cuatro horas en vigilia cuidando sus pertenencias –ya le han robado dos teléfonos-, no ha desayunado y sabe que volverá a su casa hacia las 20:30 horas.
Sandra debe salir todos los días de su casa, ubicada en Amatitlán, a las 5:30 a.m. Si se retrasa quince minutos “encontrará cola”. Al salir a esa hora llega a su lugar de trabajo a las 6:30 a.m. Al llegar se estaciona, se acomoda y duerme hasta las 7:30 a.m., luego desayuna dentro del vehículo y está lista para iniciar su jornada de trabajo luego de 1 hora y media de haber llegado. Sabe que, a la vuelta y con suerte, regresará a su casa hacia las 19:00 horas
La jornada de ambos empieza comprometiendo la efectividad de su trabajo y elevando sus niveles de estrés, “un proceso psicológico normal que se origina cuando se presenta una fuerte exigencia y no se sabe cómo responder a ella de forma clara y adecuada”, se afirma en el documento Otros factores de riesgo: el estrés.
“La vida urbana se ve afectada por factores externos negativos, como la contaminación, el estrés auditivo y los accidentes”, se lee en el apartado de Movilidad del sitio Habitat, una agencia de las Naciones Unidas dedicada a temas urbanos.
«La vida urbana se ve afectada por factores externos negativos, como la contaminación, el estrés auditivo y los accidentes».
La vida actual cuenta con muchos detonantes del estrés, y el hecho de conducirse de un punto a otro lo incrementa y repercute sobre las tasas de accidentalidad, pero hay elementos como los atascos que hacen que el estrés se eleve. El problema es que “altera las capacidades necesarias para una conducción segura (especialmente, el comportamiento en el tráfico) y aumenta peligrosamente el riesgo de sufrir un accidente”, se afirma en el documento de marras.
En el caso de que no se pueda dar una respuesta rápida, el organismo pone en marcha un mecanismo de emergencia general que produce cambios corporales, que es la forma en la que se prepara para afrontar cualquier problema.
El proceso del estrés no es negativo sino es uno de los mecanismos de los que dispone el organismo para adaptarse al ambiente. Incluso se afirma que, es necesario un cierto nivel de estrés para salir con éxito de algunas situaciones. Ante una emergencia se adopta una actitud de alarma para actuar con rapidez, el cuerpo moviliza una gran cantidad de energía, el corazón se acelera para reaccionar de inmediato y se cambia de postura para moverse con destreza.
Además, el cuerpo se dispone para obtener la máxima fuerza y velocidad de los músculos, aumentan los niveles de adrenalina y glucosa, la tensión arterial, el tono muscular y la respiración. Todos estos recursos no deberían arrastrar efectos negativos para la conducción, ya que el organismo se encuentra en alerta y preparado para actuar.
Sin embargo, la respuesta de estrés no es la más adecuada a las situaciones de tráfico. Por ello, pueden aparecer una serie de comportamientos inadaptados y peligrosos, como volverse competitivos, agresivos u hostiles, lo que puede dar provocaciones al resto de los conductores. Además de impaciencia e impulsividad, esto hace que se tienda a aumentar la velocidad y a cometer graves errores en la toma de decisiones, además de disminuir la capacidad de anticipación a los eventos del tráfico, se afirma en el documento.
Por aparte, si la respuesta se hace demasiado intensa o si se prolonga el estrés puede convertirse en un problema de salud. Las fases posteriores al estrés son resistencia y agotamiento. Es importante mencionar que, el organismo no puede mantenerse en estado de alarma porque se genera un desgaste excesivo y es aquí en donde aparecen problemas de salud característicos del estrés como dolores de cabeza y trastornos digestivos. En esta etapa puede presentarse una menor tolerancia a la frustración por lo que cualquier contrariedad, por pequeña que sea, puede alterar a la persona más de lo esperable.
La fase de agotamiento se da cuando el estrés se prolonga en el tiempo, y esto afecta la calidad de vida y genera el aparecimiento de problemas sociales, familiares y laborales, causa también un debilitamiento del sistema inmunológico, se altera el sistema circulatorio y se incrementan las posibilidades de sufrir algún tipo de trastorno cardíaco, especialmente el infarto. Así también, aparecen padecimientos digestivos como úlceras, dolores musculares, migrañas, trastornos del sueño y fatiga, y a nivel cognitivo se experimentan alteraciones del estado de ánimo como tristeza, irritabilidad, agresividad, impulsividad, dificultades para concentrarse y olvidos frecuentes, entre otras. La fatiga corporal aparece con rapidez y de forma intensa afecta al rendimiento en cualquier tipo de tarea.
El congestionamiento vehicular en la ciudad, las interminables colas, la violencia en los buses urbanos y la desconexión entre los distintos servicios de transporte generan estrés, ansiedad y afectan la salud mental, afirma Mariano González, psicólogo social.
Mariano González, psicólogo social.
Y la solución a estos problemas no depende solo de lo que se hace individualmente, sino que es un problema social que debe tener una solución colectiva. Para González, la solución radica en gestionar un sistema de transporte que sea efectivo y eficiente. “En la medida en que eso no se logre siempre habrá un grado de estrés alto”, afirma.
“Para lograr este sistema se deben involucrar diversos actores municipales y del gobierno central”, añade el profesional. Hay situaciones generadoras de estrés que podrían evitarse con una adecuada planificación. “Mire lo que pasa cuando los padres de familia van a dejar a sus hijos al colegio, causan colas, más afluencia vehicular, más estrés, y esto se podría evitar con un poco de intervención municipal”. González añade que, el problema del transporte es tan delicado porque se entrecruza con la violencia, falta de planificación e inseguridad, y este cóctel genera estrés y hace que las personas se vuelvan más agresivas al conducir.
Pero, “mientras llega la solución a largo plazo, porque pareciera que las municipalidades no cuentan con urbanistas”, afirma González, “se recomienda tomar el hábito de levantarse con tiempo suficiente para afrontar cualquier imprevisto, dormir las horas necesarias, priorizar las necesidades y no ponerse metas inalcanzables”. Agrega que, “se debe planificar tiempo para descansar, tener siempre presente que los recursos son limitados y aprender a relajarse en los momentos adecuados para ello”.
De igual manera se recomienda realizar actividades relajantes desde masajes, baños o salidas los fines de semana hasta técnicas de relajación más específicas, evitar el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas, escuchar música relajante mientras se conduce o se esté en una situación de estrés, mantener un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada y ejercitarse de forma constante. González insiste en que, hasta que se den cambios estructurales, estas acciones pueden resultar cosméticas y el estrés seguirá siendo un padecimiento social permanente.
Finalmente, González cita al sociólogo Luis Mack, quien llama la atención sobre la “anomia regulada”, que está relacionada con fenómenos como la corrupción, pero que se concreta en elementos como el tráfico: “al no existir normas claras que se respeten y una autoridad que haga cumplir la norma, el resultado acarreará conductas transgresoras como el irrespeto de señales de tránsito o la conducción contra la vía, lo que genera más caos y frustración por parte de quien sí respeta las normas.
Por lo tanto, lo que debiera exigirse es que se cumpla la normativa para hacer más ágil la movilización y que las autoridades municipales planifiquen a largo plazo, esto ayudará a mejorar la movilización, a aumentar la productividad y a aprovechar el tiempo de ocio.
Roberto M. Samayoa O.
Colaborador
Revista GERENCIA
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