Empresa social, cambiar el destino desde adentro

Para que los sueños no se evaporen es necesario concretar y tejer alianzas


María Pacheco, líder de Kiej de los Bosques.

María García Carrillo vive en Pochuta, Chimaltenango. Hasta hace un año no tenía una fuente de ingresos permanente. O dicho por ella “no teníamos donde trabajar, no hacía nada”. Aunque en realidad hacía mucho: cuidaba a sus hijos, hacía sus trabajos domésticos y a veces cortaban café en las fincas cercanas. Ahora también hace accesorios de moda que se venden en Estados Unidos y Europa.

“Mujeres de Concepción” es el nombre del grupo que lidera Matilde García, quien vive en Pastores, Sacatepéquez. Matilde cuenta su historia mientras sus manos tejen en un stand instalado en el evento “Empresa social: un nuevo modelo para el desarrollo”.

Como quien habla de una aparición, Matilde dice que su vida cambió cuando en 2006 conoció a María Pacheco, de Kiej de los Bosques. El vincularse con la producción de productos Wakami hizo que la vida de Matilde “cambiara muchísimo” y se concretara su deseo de tener un ingreso fijo. Una hija y uno de sus hijos están por graduarse de educación media, lo que para ella es un sueño hecho realidad. “Siempre he soñado ver a mis hijos graduados para que después vayan a la universidad, y gracias a esto –dice mientras señala con su boca a las manos tejedoras– lo hemos podido lograr”.

Los beneficios que obtienen tanto María como Matilde se deben a muchos factores, aparte del compromiso personal que ellas han asumido. Las dos están involucradas en el modelo de empresa social el cual se viene gestando con el cooperativismo desde 1844, cuando un grupo de tejedores decidieron unirse bajo principios que han sido modificados varias veces.

La última modificación, realizada en 1995 por la Alianza Cooperativa Internacional, señala los 7 principios: adhesión voluntaria y abierta, gestión democrática por parte de los asociados, participación económica de los asociados, autonomía e independencia, educación, formación e información, cooperación entre cooperativas e interés por la comunidad.

Empresas privadas con beneficio comunitario

La empresa social no es exactamente una cooperativa, aunque hay principios que se comparten. Una empresa social es una iniciativa privada que busca obtener ganancias y el beneficio directo de las personas y las comunidades con quienes trabaja. María y Matilde, como muchas mujeres que trabajan en Wakami, son parte de un encadenamiento empresarial que satisface las necesidades de todos lo que intervienen. El objetivo principal de las empresas sociales es hacer negocios con las personas involucradas y generar beneficios para impulsar sus objetivos sociales a través del mercado.

Ronaldo Mejía, subdirector de la Alianza para el Turismo Comunitario, explica que se trata también de un cambio de mentalidad y lo ejemplifica diciendo que las señoras de Wakami “no producen artesanías sino accesorios de moda hechos a mano”. Este modelo promueve una relación abierta con las comunidades quienes plantean cuales son los problemas sociales y ambientales que se quieren solucionar con la puesta en marcha del negocio.

Cada uno de los socios sabe lo que se va ganando en la cadena de producción y de comercialización. Desde la fase de la planificación hay una visión clara de cómo se va a manejar el negocio y cuál es el producto que se va a vender. “Se trata de una doble o triple línea de desarrollo económico, que hace que las empresas sociales sean diferentes a las empresas tradicionales”, señala Mejía. En consecuencia, no se debe confundir una empresa social con los programas de responsabilidad social de una empresa tradicional o con acciones de filantropía o con una organización no gubernamental. En la empresa social mientras mejor funcione el negocio más se contribuye a solucionar los problemas.

Un ejemplo de empresa social en Guatemala es el gestado por Grupo Saqil, formado por Comunidades de la Tierra y Kiej de los Bosques. La primera es una ONG que desarrolla capacidades en comunidades rurales para que puedan crear formas de vidas prósperas y sostenibles. Cuenta con la Metodología de Negocios Incluyentes, que transforma a grupos rurales en empresas rurales formales, que puedan ser parte de cadenas de valor internacionales.

También cuenta con la Metodología de Wakami Villages, que permite llevar a comunidades rurales un menú de productos y servicios en los que pueden invertir, para mejorar su calidad de vida. Por otro lado, Kiej de los Bosques es una empresa social que diseña, desarrolla y exporta productos a más de 15 países bajo la marca Wakami. En la actualidad, son 15 empresas rurales, conformadas por más de 300 personas. Entre quienes se encuentran María y Matilde.


Matilde García 


María García Carrillo, forman parte de la red Wakami que promueve el concepto de empresa social.

Otro ejemplo es MABELI S.A., que surge en 2002 como estrategia de la Coordinadora de Desarrollo Regional de Occidente (CDRO), que buscaba la “creación de capacidad técnica y productiva en la comunidad, acompañada de acceso al financiamiento para los pequeños productores y micro empresarios”. CDRO contaba con 15 años de experiencia en la utilización de plantas medicinales. En la actualidad, la empresa se compone principalmente de mujeres (70%) y sus insumos principales son plantas medicinales, productos que la comunidad es capaz de producir.

Proyecto de y para las comunidades Kevin Kelly, director de USAID Guatemala, señala que la importancia de este modelo radica en que se involucra a jóvenes y mujeres de las mismas comunidades que están buscando generar ingresos a nivel comunitario y gestar un cambio, “se ve que tienen una visión de largo plazo y están mostrando a los demás que pueden hacer lo mismo”. Kelly añade que el apoyo de Counterpart International consiste en abrir puertas en mercados internacionales donde se puedan vender los productos. De hecho, los productos Wakami empezaron distribuyéndose en 50 tiendas en Estados Unidos, actualmente son 250 y pueden ser muchas más.

Los cambios generados en las comunidades son evidentes, sobre todo cuando son las mujeres quienes administran el dinero ya que lo invierten en educación y salud para su familia. Gracias a este interés es que las mujeres del proyecto Wakami se encontraron con Ecofiltro, con las estufas mejoradas Onil y con los generadores de energía solar Quetsol, las tres empresas sociales.

Para encontrar nuevos emprendimientos que puedan convertirse en empresas sociale,s primero se identifican grupos de productores que luego pasan por un proceso donde se evalúa “el nivel de organización de los grupos, el nivel de deseo, de la pasión y de las habilidades para producir artesanías”. Posteriormente, se selecciona un número limitado de grupos que se supone deben sostenerse con las actividades de comercialización. Este grupo recibe financiamiento a través de la Alianza para el Turismo Comunitario y USAID, ya que se sabe que muchos de los emprendimientos necesitan financiamiento y tener un período de gracia, que puede ser incluso de meses. “Hay mujeres que en unos meses han obtenido hasta Q2 mil de ganancia, lo que es un aporte económico fuerte para un hogar del área rural”, señala Mejía.

Grupo Mondragón

(www.mondragon-corporation. com/) es un ejemplo de un exitoso modelo social conformado por más de 100 empresas, que reportó, en 2011, ventas por 13,969 millones de Euros, y que emplea a 83,569 personas.

Para María pertenecer a una empresa social le ha significado un cambio en su vida. Antes “no teníamos dinero. Ahora compramos las cosas que necesitamos para nuestros hijos, sus útiles escolares”. Pero no solo se trata de que ahora pueda comprar más, sino que ahora ella además de ser líder de grupo se siente feliz y contenta de tener este trabajo. “Cuando yo empecé no sabía nada de esto, no creía que esto iba a ser una realidad”, apunta.

Matilde, por su parte, sueña con tener su propio taller donde enseñar a más mujeres para que puedan vender más productos. Sin detener sus manos tejedoras afirma que, “con eso podemos cambiar el destino y la forma de vivir de cada miembro de la comunidad y en especial de nuestros hijos”.

Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
editorialgerencia@agg.org.gt

 

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