FIE, creer que se puede y hacerlo

Durante una semana, jóvenes latinoamericanos toman conciencia de su identidad y capacidades

José Antonio Muñoz, Darlin Villatoro e Isabela Salazar, del Grupo FIE, y Arturo Matheu, presidente fundador de Empresarios Juveniles.

Conocer a otros jóvenes personalmente y no sólo hacer amistades por las redes sociales, compartir retos en grupo, tomar conciencia de sus fortalezas y descubrir que a pesar de la timidez y la desconfianza se puede dar paso a la posibilidad, a la creatividad, al encuentro, a localizar motivos internos tan grandes que los lleven a crear iniciativas propias, son parte de las experiencias que viven durante una semana los participantes en las XIII ediciones del Foro Internacional de Emprendedores (FIE).

Conseguir que los jóvenes se involucren en iniciativas sostenibles es difícil, sobre todo si persiste la concepción de la educación como un adoctrinamiento, en el que los jóvenes deben consumir ideas en lugar de “crearlas y recrearlas”, como afirma Paulo Freire. Dicho en otras palabras, para que una iniciativa con jóvenes sea exitosa se debe priorizar la experiencia de todos los sentidos y la emotividad del aprendizaje.

En esto radica parte del éxito del FIE. Es lo que se puede deducir de los testimonios de quienes han asistido como participantes y que ahora forman parte del equipo organizador. Ellos develan un secreto más del éxito: los jóvenes son parte importante y conducente del evento, y no solo los actores secundarios.

Frases como “todo empezó con un sueño”, “alcanza tus sueños” o “soñar para lograr” son expresiones que de tanto repetirse se han vaciado y han perdido su significado. Esto opinan los jóvenes organizadores del XIV FIE, que se realiza en el IRTRA Tzapotitlán de Retalhuleu, del 2 al 7 de diciembre de este año. Lo que estos jóvenes, mujeres y hombres veinteañeros pretenden, es recuperar el significado de soñar, pensar e imaginar para crear nuevas posibilidades de encuentro, de comunicación y de emprendimiento. Los jóvenes participantes en el FIE son, según Isabela Salazar, miembro del equipo organizador, “jóvenes comunes pero impactantes”.

Darlin Villatoro, también del equipo, aprendió de pequeña que su vida es como poseer una caja de herramientas. A lo largo de la existencia se debe acumular cada vez más, opina la joven veinteañera, estudiante de Ciencias de la Administración, quien trabaja en un negocio familiar y desde hace cuatro años forma parte del equipo organizador.

Villatoro afirma que el FIE “cambia vidas y la forma de ver de una persona”. El foro es una herramienta valiosa para ella, que le ha enseñado a manejar grupos y a desarrollar habilidades en el ámbito laboral. Pero, además, “le enseña a uno a salir de su zona de confort”.

Salazar es la miembro más joven del equipo organizador, con 18 años y recién graduada en educación media, las ideas van más aprisa de lo que las puede expresar. Participó por primera vez en 2011 y en “El aprendiz”, un concurso desarrollado y ganado por etapas, que buscaba ubicar a personas con mayor liderazgo y en el cual los ganadores eran seleccionados por los participantes y por el equipo.

Esta experiencia la marcó. “Me abrió los ojos al potencial que podía tener para alcanzar lo que me propongo”, dice al tiempo que, efectivamente, abre los ojos para contarlo. Salazar confiesa que descubrió tener un poco más de influencia como líder de lo que ella suponía.

Luego de tres años como participante, José Antonio Muñoz, estudiante de ingeniería mecatrónica, es ahora parte del equipo organizador. En el primer año el foro le gustó, luego le encantó y al tercer año se sintió enamorado, “de los cambios que uno mira en la gente, de las actividades que se hacen”, y como ya no podía ser participante, decidió que quería meterse de lleno en la organización.

En los años anteriores, Muñoz ha aprendido de los conferencistas y de las experiencias ya que de todo, “uno se va quedando con cositas que lo impactan, pero que van haciendo crecer el conocimiento que podré aplicar en proyectos más grandes”.

Recuerda con especial énfasis la experiencia de un joven emprendedor, de 25 ó 26 años, que a esa edad ya había creado un juego para celular que se vendía en Estados Unidos de América y en muchos otros países, “algo que uno no se imagina que se pueda iniciar en Guatemala”, agrega, mientras afirma que para emprender una empresa exitosa no hace falta “ser grande y tener 30 ó 40 años”. Añade que, le ha inspirado mucho ver que un joven puede no solo emprender sino destacar en estas actividades.

Vivencias y proyecciones La experiencia de Macedonio Pérez, un joven que participó en el FIE hace tres años, ha sido significativa para estos miembros del equipo. Macedonio “es una persona sencilla que ganó El Aprendiz” y que ahora está aplicando lo aprendido en el encuentro en el sector de turismo, en Petén. Para estos tres jóvenes es significativo constatar cómo lo que se sembró va generando cambios en la vida de otras personas y en las comunidades.

Villatoro se acuerda de un conferencista con discapacidad en las manos que durante el evento ató vendas en las muñecas y los tobillos de los participantes, lo que limitó su movilidad. “El liderazgo consistió en aprender a moverse y caminar en grupo”.

Me impactó, afirma Villatoro, porque “esta persona ha vivido así toda su vida y eso no ha sido impedimento para que corra maratones, para que alcance sus objetivos y metas, lo cual es inspirador y motiva, porque si él puede yo también puedo”.

El FIE se realiza en Guatemala cada diciembre. En 2012 se celebra por catorceava ocasión en el Irtra de Retalhuleu.

El FIE es un evento juvenil que busca despertar y promover el espíritu emprendedor y el liderazgo en los jóvenes comprendidos entre los 16 y los 23 años. Se logran cambios de actitud en ellos a través de más de 60 actividades que se completan durante una semana. El FIE se realiza en Guatemala desde 1999 y ha contribuido al desarrollo de nuevos líderes en la juventud guatemalteca, siendo ya más de 3,600 los jóvenes quienes han participado junto a más de 19,500 del resto de Latinoamérica. www. mundofie.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Muñoz valora el hecho de encontrarse durante una semana con 300 jóvenes con el objetivo en común de emprender y salir adelante. “No es como conocer gente en la calle, con la que uno sabe que no tiene nada en común”. Para él, estar en el FIE es cómodo porque las actividades facilitan formar amistades, que en el futuro se van a convertir en alianzas con quienes se podrá trabajar. Sobre todo, “sabiendo que son personas que estuvieron con nosotros en este proceso de aprendizaje y emprendimiento”.

Salazar desea impulsar programas de desarrollo sostenible, y para eso cree importante reforzar el liderazgo personal. “Si una persona no es un líder, si no puede tratar con las personas, si no puede convencer a las personas con una idea, no va a poder seguir adelante. Es importante aprender a expresarse, saber decir lo que uno quiere”. Villatoro también se inclina por comenzar un emprendimiento que “tenga que ver con ayudar a otras personas, creando proyectos y oportunidades de trabajo. Será una empresa donde podré utilizar todas las herramientas que he adquirido y donde podré ayudar para que los jóvenes les cambie la vida”.

Sin embargo, no todos los jóvenes que llegan al FIE llegan con buena actitud. Muchos asisten obligados porque sus papás les pagan y van “de mala gana”. Es en estos casos cuando el cambio es más impresionante, porque terminan rompiendo su círculo de aislamiento, hacen amigos y se entusiasman.

Estos jóvenes, dice Muñoz, son quienes al tercer día preguntan por qué la actividad no dura un mes. Hay casos también de jóvenes tímidos que si no fuera por el FIE no se animarían a hacer ciertas cosas por pena o por vergüenza, y que al final son en quienes más se nota el cambio, ya que se atreven a hacer cosas”. Este es el testimonio que Muñoz comparte sobre sí mismo, “yo no pensaba destacar”, afirma.

Salazar habla de “la magia del FIE”, con la que se logran cambios de actitud duraderos. Las personas que participan, “meses después siguen viendo en qué pueden colaborar y siguen manteniendo sus contactos para trabajar en grupo”.

Enrique Matheu, presidente de la Fundación Emprende, bajo la cual se encuentra la organización del FIE, recuerda cómo él, de joven, “tenía muchísimo miedo, no podía hablar, ni podía hacer muchas cosas, era tímido, me sonrojaba y sentía que se burlaban de mí, tenía inseguridad y ahora que veo a estos jóvenes que cuentan lo que han ganado, me toca el corazón y pienso: qué bueno que estoy contribuyendo con esto”.

Matheu cuenta que empezó con Empresarios Juveniles hace veinticinco años “solamente por un año”, pero se enamoró de la iniciativa, de ver los grupos tan heterogéneos, del interior, de otros países, unos bullangueros, otros más adultos, unos responsables, otros más irresponsables, pero “que al final se prenden y ganan porque conocen esa magia de convivir y de hermanarse”.

Lo que se pretende con el FIE, señala Matheu, es inspirar a cada joven, que desarrolle una habilidad y que descubra que tiene aptitudes que le hagan “creer en su vida, en la hermandad, en los sentimientos, en el compañerismo, en la lealtad, la ética, la honestidad y la seguridad en sí mismos”.

Confiesa que al estar en contacto con los jóvenes ha aprendido a ser más paciente, a invertir más en la organización, a querer compartir más sus conocimientos y a dar más de su tiempo,  sobre todo para los jóvenes de los departamentos. “Cuando uno sale de su burbuja de cristal en la ciudad se da cuenta que la situación es muy diferente en los departamentos” y que es ahí donde se deben impulsar más cambios a través de “tocar el corazón” a los mismos jóvenes.

Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
editorialrevista@agg.org.gt

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