Gestión por resultados
Hugo Maul R.
“Lo que no se puede medir no se puede mejorar, y lo que no se puede mejorar eventualmente se deteriora”, palabras más, palabras menos, reza un conocido axioma del control de calidad.
Una organización cuyos procesos o resultados no pueden ser medidos, no puede ser gestionada efectivamente. Así de sencillo. Sin embargo, algo que en el ámbito de los negocios, de los procesos productivos y del control de la calidad es una cosa común, en el ámbito del gobierno puede llegar a ser totalmente desconocido. Basta con prestar atención a la forma en que se debate la aprobación del presupuesto público, de la deuda externa o de la deuda flotante para darse cuenta de esto.
La mayoría de argumentos se centran en la cantidad de dinero que se dedica a determinados rubros presupuestarios. Como si el dinero lo resolviera todo. Pareciera que la medición de la efectividad de la acción gubernamental se reduce a un determinado gasto; cuando se hace mejor, a lo sumo, se mide cuántos funcionarios públicos, edificios o equipo existe para atender una determinada necesidad. Pocas veces, casi ninguna, se mide el resultado específico de los programas de gobierno en términos de indicadores relevantes para el bienestar de los beneficiarios.
Por ejemplo, se habla del dinero gastado en fertilizantes para apoyar a los campesinos o de la cantidad de sacos entregados, nunca del aumento de los rendimientos agrícolas derivados de este programa. La mejora del gasto público a través de la gestión pública por resultados va más allá de un presupuesto basado en resultados, implica también la definición de objetivos generales y específicos, determinación de los medios y acciones para lograrlos, verificación de logros y acciones correctivas. En pocas palabras, monitorear el avance y consecución de los objetivos del gasto público a través de la medición del desempeño. Los indicadores y metas deben ser medidos de forma constante a lo largo del tiempo para visualizar, de manera objetiva y en base a mediciones concretas, cuántas mejoras se han logrado, los ahorros y aumentos de eficiencia.
Aunque no existen mediciones confiables acerca de la calidad de la ejecución del gasto público, todo parece indicar que podría mejorar significativamente la eficacia, eficiencia y productividad de este. Una necesidad que no es nueva, sino que ha sido olvidada gobierno tras gobierno.
El Pacto Fiscal, 13 años atrás identificaba la necesidad de la gestión pública por resultados. En uno de los compromisos relativos al Gasto, el Pacto indicaba que en el año 2001 debía adoptarse un Sistema de Indicadores de Gestión que permita evaluar la eficiencia y eficacia del gasto… incluyendo el impacto económico y social, la factibilidad financiera, técnica y administrativa. Incluso se decía que las asignaciones presupuestarias deberán realizarse tomando en cuenta las evaluaciones de estos indicadores.