El emprendedor y su perfil psicológico
Las habilidades emprendedoras se pueden aprender, desarrollar y complementar a través de hábitos
A menudo se habla del emprendedor como aquella persona que, a partir de un sueño o una idea, realiza un proyecto y lo lleva a cabo con los recursos justos o tan solo con acciones que van sumando hasta completarlo. No obstante, en la vida real, existen dos tipos de emprendedores.
Los primeros, quienes movidos por la necesidad de sufragar su subsistencia se lanzan a buscar un negocio, compra–venta, desarrollar un producto nuevo, intermediación o servicio. Y que más tarde, si encuentran la forma de llevar a cabo la idea, se transforman de pequeños emprendedores a empresarios que, en algunos casos, logran desarrollar empresas de diferentes portes.
Los segundos, los soñadores, quienes con o sin recursos, ya sean conocimientos, tiempo, especialidad profesional, aliados, dinero o fuentes de provisión, se plantean el sueño de crear y desarrollar empresas. Generalmente, conformados por personas que realizan trabajos en relación de dependencia y que ven en el emprendimiento una fuente complementaria a sus ingresos o actividades profesionales, con la idea de que, con el tiempo, puedan desarrollar su sueño o emprendimiento y ser fundadores de sus empresas.
Sin embargo, todo emprendedor es gerente y viceversa. Por ello, en ambos casos, el crecimiento de estos depende de estudiar, compartir experiencias y emular los elementos de éxito alcanzados por otras personas.
Independiente del grupo en que se clasifiquen, los emprendedores siempre van a un cúmulo de resistencias y objeciones a sus sueños, ideas, o acciones. Y, muchas veces, se percibirán como excéntricos, ridículos, soñadores o, simplemente, como “distintos a los demás”. Y es que, el emprendimiento es un estilo de vida, que requiere de características de personalidad que todos podemos aprender, pero algunas veces no podemos o no queremos desarrollar.
Cabe resaltar que, dependiendo de nuestro modelo de aprendizaje, pensamiento y experiencia, hay personas que hacen evidentes algunas de estas características y otras no. Los privilegiados llegan a desarrollar estas habilidades de forma intuitiva, natural o por medio del estudio, y son los que tienen éxito en las empresas en que se involucran.
Otros, no necesitan desarrollar las habilidades emprendedoras. A estos les gusta trabajar en relación de dependencia toda su vida. Les apasiona la idea de poseer una empresa propia, pero, por su estilo de vida, no encuentran el impulso para crearla.
De cualquier forma, las habilidades emprendedoras se pueden aprender, desarrollar y complementar a través de hábitos. Una buena noticia para quienes se arriesgan porque no les queda otra opción. Para estos emprendedores existen recursos psicológicos que están en sus mentes.
Basado en la Teoría de los Rasgos Psicológicos, ahora llamada competencias, el emprendedor, cuenta con una serie de atributos mentales que determinan modelos de adaptación a las exigencias de su día a día y al medio externo.
La psicología emprendedora explica que tanto el éxito como el fracaso son apreciados desde el punto de vista emocional. Por un lado, se estimula el deseo de ganar y hacer negocios, lo que conlleva a una actividad neuro cerebral que llevada al extremo puede ser perjudicial y transformar a una persona en adicta al trabajo o a la prepotencia y autosuficiencia.
En el otro extremo, al enfrentar un fracaso emocionalmente se puede caer en el desánimo, la frustración, la ansiedad y la depresión, en el que requerirá de ayuda profesional.
Los expertos indican que en el emprendimiento hay situaciones comunes:
- Al crear empresas, los socios desean obtener utilidades lo antes posible. Es más grave cuando las empresas son creadas para sostener un presupuesto familiar o para mantener los gastos fijos del socio.
- Los socios esperan que la empresa les dé rápidamente un estilo de vida lleno de gustos caros, por los que se desea esperar lo menos posible.
- De los anteriores proviene un mal manejo de las finanzas y el inevitable uso erróneo de los recursos.
- De esta forma se descapitalizan las empresas y pierden el efectivo para cubrir su flujo de caja mensual. Y lo que es peor, pierden inversión para su crecimiento y desarrollo.
Es allí en donde se debe estar claro en que, manejar el éxito significa no perder el norte de lo que se desea a largo plazo, para cambiarlo por deseos de corto plazo. Es decir, saber esperar el momento en que la empresa se encuentre en una posición sólida para distribuir utilidades sin que esto perjudique el funcionamiento y el crecimiento del negocio.
Para el emprendimiento hay que ser paciente, estar preparado y no cantar victoria antes de tiempo. Esto implica permanecer lúcido en las decisiones, a pesar de contar con flujo para comprar lujos. Asimismo, antes de ganar el dinero que desea, preocúpese de contar con objetivos claros, permanezca sereno y manténgase orientado a seguirlos. Porque hay empresas que, pese ha haber contado con una excelente oportunidad, terminan en un fracaso inevitable.
Lo que es un hecho, es que, a partir de nuestros deseos y sueños todos poseemos talento para emprender en diferentes áreas. Asimismo, podemos aprender a accionar y reaccionar para alcanzar nuestras metas, inclusive cuando nos topemos con las resistencias naturales de las personas que nos rodean. Para ello, los expertos recomiendan conocer la preparación y fortaleza mental para enfrentar las emociones, lo que implica arriesgarse a crear y construir una empresa.
Es allí en donde se cruzan emociones y sentimientos, tales como, la frustración, la presión, el estrés, la incertidumbre y el riesgo que vulneran el prestigio personal, la autoestima y hasta los factores materiales y financieros, que se ven seriamente dañados si existe un fracaso. A menos que se esté preparado para afrontarlo.
José Ángel Álvarez
Colaborador
Revista Gerencia
Autor del libro ¡Emprende ya!
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