La chatarrización, una alternativa ambiental

El destino de los vehículos sin reparación

El parque vehicular en la Ciudad Capital aumenta año con año. Mientras ingresan vehículos totalmente nuevos, los autos de tres o cuatro décadas de antigüedad poco a poco van desapareciendo, refugiándose en los garajes o predios, listos para ser desmontados o “deshuesados”.

Y es que, los vehículos sin funcionamiento u obsoletos tienen diferentes destinos según el uso o retribución que se desee lograr.

¿Qué hago con un carro que solo me quita espacio? Es la pregunta usual en los foros y reuniones de quienes cuentan con un auto sin posibilidad de ser reparado. Para ello hay diferentes alternativas. Según Nelson Mejía, gerente técnico de Eco-Reprocesos, la chatarrización de un vehículo es posible realizarla de dos formas.

“La chatarra procedente de partes intercambiables (puerta, capó, tapa de un baúl o lodera) es posible quitarla y chatarrizar sin ningún problema.

Lo complicado viene con el chasis y el motor, ya que se presta a que un carro sea destruido o desaparecido. En este caso, hay una restricción legal. En el caso que yo tenga un carro viejo y deseo chatarrizarlo para comercializar el metal, la empresa recicladora debe contar con una copia de la desactivación del vehículo ante la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT)”, indica Mejía.

“Pasada esa desactivación sujeta a una auditoría o inspección, expertaje, etc. entonces se puede partir el chasis o el motor, y luego se procede a la compactación para después vender el hierro”, expresa el ejecutivo.

En Guatemala, existió una compactadora con capacidad de introducir un auto entero, pero según el ejecutivo de Eco-Reprocesos, ya no funciona. El problema de este tipo de compactación es que, si un auto se compacta tal cual, todas las partes plásticas estarían compactadas junto al metal y lo contaminaría. “Este proceso no es funcional y a la vez es posible verlo solo en las películas”, afirma Mejía.

El método más empleado es el oxicorte o corte del acero por medio de un soplete o soldadura. Esto consiste en hacer pedazos o trozos pequeños para compactar el vehículo y hacer pacas con partes exclusivamente de metal.

“Es importante quitarle todo el material no ferroso como, por ejemplo: plásticos, vidrio, cableado (cobre) y partes que no sean de hierro”, indica Mejía.

Para Mejía, cualquier persona individual puede llegar con la desactivación de su auto otorgada por la SAT, y en ese momento se procede a la chatarrización. “No cualquiera se dedica a esto porque desafortunadamente el valor de la desmantelación no cubre el precio de la chatarra; es decir, un chatarrero no va a recibir un carro. Al precio que se compra la chatarra, un auto de 800 kilos puede ser pagado por Q500 y una carga de oxicorte puede ser de Q600. Si alguien quiere chatarrizar su auto tiene que pensar que deberá pagar por el servicio y no recibir dinero por la chatarra. El mayor aprovechamiento es sacarle las piezas útiles y comercializarlas”, asevera Mejía.

Al final de la energía: reciclaje

En la industria del reciclaje se ubica un pequeño nicho: las baterías o acumuladores inservibles. Angélica De León Ramírez, gerente general de Baretec Guatemala, indica que su empresa compra y recolecta las baterías que son utilizadas en vehículos livianos, camiones, transporte pesado, motos, montacargas, buses y maquinaria industrial.

“Los componentes de ácido-plomo o gel-plomo son considerados desechos peligrosos al terminar su vida útil. El ácido sulfúrico y el plomo son tóxicos y de no ser manipulados de manera adecuada pueden causar serios daños a la salud de las personas y una grave contaminación a nuestro ambiente”, afirma De León, quien también expresa que la empresa comenzó sus exportaciones a Corea del Sur desde 2013.

Los distribuidores de baterías nuevas cumplen con cerrar el ciclo de vida del acumulador de una manera amigable con el ambiente, al encomendar a Baretec el reciclaje de los acumuladores que venden.

La empresa también compra baterías a las empresas que se encargan de recolectar chatarra. “Tenemos un canal de recolección empresarial, captamos baterías usadas de varias empresas que tienen flotas propias. Personas individuales que se enteran de nuestra actividad a través de las redes sociales, también nos contactan para que recojamos su batería usada: vamos a sus casas u oficinas y ellos obtienen un valor económico por su batería”, afirma De León.

“Tratamos de enviar las baterías completas para evitar que queden residuos contaminantes en nuestro país, aunque tenemos procesos autorizados para la manipulación de las baterías quebradas o dañadas”, agrega la gerente general de Baretec Guatemala.

Los desechos peligrosos deben manipularse de manera adecuada para no ocasionar daños a las personas
y al medio ambiente

En un país en vías de desarrollo, como lo es Guatemala, la tecnología y el marco legal que garantice que el proceso de reciclaje de las baterías de ácido plomo usadas sea seguro al ambiente y al personal que labora en los procesos, es la mayor limitante que existe. Al final, el reto principal es la educación; es decir, la sensibilización hacia los usuarios de vehículos y dueños de flotas. Si bien, el reciclaje de las baterías usadas es un asunto que debería ser de país -por ser considerados desechos peligrosos-, no se conoce lo suficiente.

“Nuestro reto es dar a conocer los riesgos de dejar una batería en casa, de venderla y no cuestionar qué sucede con esa batería. La educación y el conocimiento que tengamos sobre este tema nos permitirá ser responsables de un buen destino final de los desechos peligrosos de nuestro vehículo.

Alejandro García
Periodista Revista GERENCIA
editorialgerencia@agg.com.gt

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