La vida profesional exige una buena redacción y ortografía

Habilidades blandas con que todo ejecutivo debe contar

La comunicación empresarial es de gran importancia para la organización. Es la manera de interactuar con los diferentes públicos (internos y externos), ya sea de forma hablada o escrita. Por ello, la buena comunicación es sinónimo de oportunidades, relaciones efectivas, mejores respuestas, entre una gran cantidad de beneficios.

En el ámbito laboral y comercial, la comunicación escrita se desarrolla a través de mensajes de texto, correos electrónicos, plataformas virtuales, redes sociales, materiales de marketing, publicaciones en sitios web, blogs, informes e, incluso, para el manejo de bases de datos. Su aplicación es amplia y en ello radica su importancia.

No se trata solo de escuchar y comprender las necesidades de los clientes, también se deben dar respuestas oportunas, claras y comprensibles, para que el receptor procese el mensaje. El cliente no es quien debe batallar por entender la comunicación, la empresa debe mostrar claridad, el uso de una jerga adecuada al segmento de mercado y un vocabulario entendible para la audiencia.

La mala comunicación puede dar una imagen errónea. Por ejemplo, una venta podría perderse por no usar un lenguaje adecuado o por no transmitir un mensaje eficaz. Las palabras bien usadas generan confianza y son vitales para el servicio al cliente. Es así como, de la misma manera en que se solicita amabilidad en la atención presencial, se requiere de una buena ortografía y redacción para la atención escrita.

Por otro lado, la redacción precisa ahorra tiempo. Ser efectivos desde la primera comunicación evita las explicaciones por la falta de entendimiento. De hecho, dentro las habilidades más demandadas por las empresas, cuenta la buena comunicación, exigida en igual importancia al trabajo en equipo, el liderazgo, la creatividad o la capacidad para resolver problemas.

La ortografía y la redacción se aprenden
Ningún ser humano nace con estas habilidades, consideradas como blandas. Sin embargo, en la infancia es cuando se aprenden de forma natural. Un niño a los 12 años, si recibió la instrucción y dedicó un buen tiempo a la lectura, es capaz de escribir sin faltas de ortografía y de usar correctamente los signos de puntuación. No quiere decir que una persona no pueda aprender a cualquier edad, seguramente, si se lo propone y adquiere un verdadero compromiso, lo hará.

Con los avances que se han tenido en el plano digital, los ejecutivos debieran interesarse, al menos, por contar con las bases necesarias para transmitir mensajes, por cualquiera de los canales disponibles: correo electrónico, WhatsApp o redes sociales. Estos deben ser comprensibles y sin faltas de ortografía, aunque hayan sido transmitidos desde un móvil personal, ya que ponen en juego la imagen de la empresa.

Un consejo útil es colocar las ideas y darles un orden dentro de la estructura de la comunicación y considerar las características del receptor del mensaje para adecuar las palabras. También es útil, revisar antes de enviar, esta es la oportunidad para corregir los errores ortográficos, tipográficos o algunos vicios del lenguaje. En la revisión, asegúrese de que la idea fue bien plasmada y que su comunicación solo tiene una forma de ser entendida y no se presta para confusiones.

Es fácil echarle la culpa al autocorrector del dispositivo electrónico. Pero, no se escude en la excusa barata de que, por teclear a gran velocidad la idea no se transmitió como usted quería o se fue plagada de errores. Por muy desarrollada que está la inteligencia artificial, la corrección automática del dispositivo electrónico no es de fiar. Más de una vez hemos experimentado que en vez de predecir aquello que vamos a comunicar lo altera o cambia por completo.

Y es que, las excusas por la mala redacción u ortografía abundan: las mayúsculas no se tildan, y sí se tildan; el celular lo corrigió mal, puede ser, por eso debió revisar, o fue un dedazo o teclazo, del que usted no se cercioró. En realidad, no hay excusas para no escribir bien, simplemente se tiene o no el conocimiento o el interés por mejorar.

La buena ortografía es tan valorada como la presentación física, el capital intelectual o la honradez. Incluso, a los candidatos potenciales para un puesto de trabajo se les juzga desde la primera comunicación escrita con la empresa, y eso los puede conducir a perder o ganar una oportunidad laboral. Es un hecho que, la ortografía es parte de la imagen y la credibilidad de cualquier persona.

Si los recién graduados contaran con una buena redacción y ortografía como parte de sus habilidades interpersonales, las empresas gozarían de una mejor imagen y comunicación. Se trata de la habilidad más básica que se puede tener a nivel empresarial, pero que no todas las personas valoran como tal. Es más grave aún ocupar puestos directivos sin contar con esta habilidad. Un correo con faltas de ortografía enviado por un ejecutivo se va a ver muy mal, pero si viene de un CEO, gerente o presidente, está de más comentar.

Y no se trata de ser excesivos con el tema. Pero, por lo menos se debe contar con la ortografía básica y la capacidad para desarrollar mensajes entendibles, que hagan uso correcto del idioma.

La comunicación de un cliente en redes sociales es una oportunidad única. Debe saberse aprovechar para acercarlo a la empresa y no desperdiciarse para poner en riesgo la credibilidad y la reputación.

Cuando escriba un mensaje, léalo de nuevo. Revise si cumple con las reglas ortográficas (palabras mal escritas, falta de tildes o ausencia de signos de puntuación) y si refleja una buena redacción. Es decir, que no dé lugar a la duda, la desconfianza o una mala gestión.

Por otro lado, analice el tono, el propósito y la intencionalidad de la comunicación, si resuelve o si utilizó el lenguaje apropiado. Si va a responder por salir del paso, mejor espere. Compartir un texto que no se ha revisado puede ser una gran equivocación.

Ileana López
Periodista
Revista Gerencia
gileana@agg.com.gt

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