Universidad más allá del sexismo
La división sexual de la ciencia es un valladar por superar.
Fue hasta 1883 que las primeras mujeres tuvieron acceso a estudiar en la universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), y hasta 1919 Olimpia Altuve se convirtió en la primera mujer graduada en el país como farmacéutica, relata Patricia Borrayo, directora del Instituto Universitario de la Mujer, de la USAC. De los hombres, aunque hay registro, este no tiene tanta importancia, ya que el acceso a la educación superior se ha dado siempre como un hecho per se. Es hasta el año 2009 que se inscriben más mujeres y se supera el 50% de la matrícula, relata Borrayo, autora de la investigación “Entre cifras, caracterización de la matrícula estudiantil femenina en la Universidad de San Carlos de Guatemala”.
El acceso a la educación universitaria es la muestra de la división sexual del trabajo que ha otorgado al hombre la autoridad para ocuparse de la res pública, o de la cosa pública y a la mujer para ocuparse del hogar y convertirse en “ama de casa”. “Durante años, el modelo social tradicional y patriarcal ha confinado a las mujeres a partir de la identidad cultural de la maternidad. Esto aunado a las altas tasas de analfabetismo femenino y el escaso acceso al mercado laboral”, señala Borrayo. Traspasar esas fronteras mentales ha sido una acción trasgresora tanto para hombres como para mujeres pero en la lucha por el reconocimiento de sus derechos han sido las mujeres quienes han tenido que pagar el precio del castigo, de la violencia e, incluso, la muerte.
Reconocer los roles que tanto hombres como mujeres deben cumplir como mandato social, y cuestionarlos, es una de las propuestas de la teoría de género, de organizaciones feministas y más recientemente de grupos de hombres que impulsan la reflexión sobre las masculinidades.
Los roles que la sociedad manda cumplir influyen no solo en aspectos superficiales como colores, expresiones, formas o estética, sino que establece jerarquías de poder en lo económico, en lo político y en lo social y decreta mandatos sobre estudios y profesiones que deben seguirse.
De esa cuenta, para los hombres se ha priorizado la formación que tiene que ver con la razón, la lógica, el cálculo, la secuencia, y lo sistemático mientras que para las mujeres una formación con énfasis en el cuidado, el arte, lo cualitativo, lo creativo, emotivo y lo visual, con lo cual la mujer es desposeída del uso de la razón, afirma Borrayo y, por ende, el hombre es desposeído de la parte emotiva. Es por eso que, durante mucho tiempo la medicina, las ciencias jurídicas, la ingeniería, las ciencias exactas eran profesiones reservadas para los hombres, y la educación, la psicología, el trabajo social, la enfermería y el diseño estaban reservada para las mujeres.
Patricia Borrayo, de Instituto Universitario de la Mujer de la USAC.
A pesar de lo mencionado, el acceso de las mujeres a la formación académica universitaria se ve ahora como “un hecho cotidiano”, indica Borrayo. De acuerdo con el estudio Entre Cifras, en la USAC las mujeres han dejado de ser una minoría y han pasado de representar el 12% en 1963, al 52% en 2013, año de la publicación del estudio de marras. Los datos de la USAC evidencian lo señalado anteriormente: para 1963, las facultades que registraron el menor porcentaje de inscripción de mujeres fueron: Ciencias Médicas (4%), Veterinaria (3%), Ingeniería (1%) y Agronomía (0.6%), frente a la Facultad de Humanidades en donde las mujeres alcanzaron el 55%, en la Facultad de Humanidades de Occidente el 53% y la Escuela de Servicio Rural el 40%.
Borrayo explica que, “el mayor ingreso de mujeres a la educación superior, en comparación con los hombres, no implica que haya desaparecido la tradicional división de áreas femeninas y masculinas, sino que se ha reforzado”. En 2012, en el Campus Central, la matrícula de mujeres se reflejó así: facultad de humanidades:
69%; ciencias económicas: 43% y ciencias jurídicas y sociales: 50%. En la capital las mujeres representan el 51% y los hombres el 49%. La menor concentración de matrícula estudiantil de mujeres se encuentra en la facultad de agronomía: (27%) y la facultad de ingeniería: 16%. A 2012, en los centros universitarios regionales y departamentales las mujeres representaban el 53% y los hombres el 47%.
Martha Pérez, decana de facultad de ciencias económicas y empresariales de la URL.
Martha Pérez, decana de la facultad de ciencias económicas y empresariales de la universidad Rafael Landívar (URL), señala que, es en administración de empresas en donde los hombres tienen una participación del 65%, y en economía alcanzan un 69%. Es distinto lo que sucede en la administración de hoteles y restaurantes, en donde las mujeres poseen una participación del 77%.
Para Pérez, esto refleja lo que sucede en las empresas en donde “los puestos gerenciales son ocupados por hombres y las mujeres ocupan la gerencia y el liderazgo en la hotelería”. Por su parte, Adolfo Monterroso,
decano de la facultad de ciencias ambientales y agrícolas de la URL, comenta que, en el campus central el 80% de los estudiantes son hombres y reconoce que ha habido un aumento de la matrícula de mujeres.
Adolfo Monterroso, decano de la facultad de Ciencias Ambientales y Agrícolas de la URL.
Un dato interesante es que en el caso de la ingeniería ambiental, hace 10 años las mujeres representaban el 50% y actualmente representan el 63%. En el caso de la ingeniería agrícola en los campus regionales, las mujeres alcanzan apenas el 13%. Gabriel Morales, de la facultad de ciencias políticas y sociales de la misma
universidad, informa que, en el año 2010, en el departamento de ciencias políticas y sociales, las mujeres representaban el 46% y en 2017 las mujeres representan el 34.5%. En el caso del departamento de relaciones internacionales, las mujeres dominaban el porcentaje en 2010 con un 71.2% situación que se ha mantenido en 2017 con un 65.3%.
Los datos proporcionados por Blanca Galindo, secretaria de la universidad Mesoamericana, muestran que las Ingenierías (Sistemas, Electrónica, Informática, Telecomunicaciones, Civil) están dominadas por los hombres, con un 92% de la matrícula, algo similar ocurre con arquitectura en donde los hombres representan el 70% y con la licenciatura en Informática y Administración de Empresas en donde alcanzan el 64%. En el caso de las mujeres, se matriculan sobre todo en las carreras de Trabajo social (71%), psicología (80%) y administración educativa, con un 64%. En el caso de los postgrados, los hombres se matriculan más en las maestrías en negocios, mercadeo, finanzas y economía, con un 66%, mientras que en la maestría en docencia superior son las mujeres quienes representan el 63%.
Blanca Galindo, secretaria de la Universidad Mesoamericana.
En el caso de la universidad del Istmo, Elisa Gómez, directora del Departamento de Comunicación, indica que, las carreras que registran mayor porcentaje de mujeres son psicología clínica, psicopedagogía, diseño industrial del vestuario, decoración de ambientes, diseño gráfico, comunicación, administración de instituciones hoteleras y gastronomía, aunque en diseño y gastronomía “se puede notar un incremento del interés de hombres”. Y, en el caso de un mayor porcentaje de hombres, señala a ingeniería. El resto de carreras tienen una proporción equilibrada. En general, indica que, esto se debe a “las propias características de las carreras”.
Silvia Trujillo, socióloga feminista, señala que, los cambios registrados en los últimos 10 años no son gratuitos sino tienen que ver con un creciente cuestionamiento de la división sexual que se ha hecho tanto de la ciencia como del trabajo y de la persistencia del movimiento de mujeres en buscar la transformación del sistema. Trujillo llama la atención sobre el hecho de que ha cambiado el patrón del acceso a la educación superior para las mujeres, pero hace falta todavía cambiar el patrón de quienes toman las decisiones.
Silvia Trujillo, socióloga feminista.
Para Trujillo es un avance que ahora en el país se pueda hablar de feminismos y de que haya mujeres que incursionen en “carreras masculinizadas”. Hace falta todavía que más hombres se animen a cuestionar los mandatos sociales y que estén dispuestos a sobreponerse a los prejuicios y los estereotipos. Trujillo apuesta a ver esta realidad, no desde lo que hace falta, sino desde lo que se ha logrado, “desde la esperanza”.
Roberto M. Samayoa O.
Colaborador
Revista GERENCIA
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