USA, China, Rusia y la geoestrategia continental
Altas fricciones repercuten en el ambiente internacional
A finales del pasado año 2017, el presidente norteamericano Donald Trump hizo patente la amenaza que, tanto China como Rusia, suponían para Estados Unidos. La nueva doctrina de Seguridad Nacional se centró en la acción de ambos países no solo en el tema tradicional de la acción militar clásica sino también en lo que representa el crecimiento económico de ambos y la consecuente acción; es decir: la geoeconomía. Trump retoma la doctrina Monroe: “América para los americanos” y de alguna forma pretende controlar, detener o incluso anular la acción china y rusa en el continente, considerada una amenaza a la seguridad nacional.
En el espacio centroamericano (también en otras partes del continente), el debate político y de seguridad ha ignorado el fenómeno del que alertó la administración norteamericana. Nada anormal teniendo en cuenta que el desempleo, la delincuencia, la pobreza, las maras o la corrupción ocupan la agenda del acontecer diario en nuestros países. La penetración de empresas y empresarios honestos de China continental (RPCh) en la región es clara e incuestionable, pero: ¿se pueden hacer negocios fuera de China sin el permiso del gobierno? Además, es preciso valorar las relaciones económico-comerciales que se establecen con un país autoritario en el que el Estado de Derecho, pero también la ética y los valores, diferentes a los tradicionales de Occidente en que imperan democracias, no garantizan marco seguro alguno.
La conquista china comenzó en Panamá que recibe el 71% del total de las inversiones centroamericanas, continuó en Costa Rica -regaló el estadio de fútbol valorado en US100 millones-, siguió en Nicaragua con un multimillonario aporte para la construcción del canal, ahora en cuestionamiento, y coqueteó con Honduras y El Salvador. Algunos de nuestros “prominentes” políticos, candidatos en las pasadas elecciones, frecuentaron la RPCh y promovieron buenas relaciones, incluso hablaron de un futuro común y hasta representaron aquí empresas de aquel lugar. Recordemos que, durante el gobierno anterior, el proyecto del corredor seco estimaba una inversión superior a los $10,000 millones y China podría haber sido una opción con las concesiones políticas adecuadas al préstamo recibido, en su caso.
Por su parte, Rusia no se queda atrasada en injerencia y capacidad de influencia en el hemisferio. Es de destacar el acercamiento llevado a cabo en Nicaragua y la instalación en su territorio de una estación satelital, la compra de aviones de entrenamiento y combate YAK-30 -que repercute en el balance de fuerzas regional (Tratado Marco de Seguridad Democrática)- así como los 50 tanques T-72B1 que hacen del ejército nicaragüense el que dispone de mayor potencia blindada terrestre, teniendo en cuenta que ya contaba con vehículos blindados BMP-1 y BTR-70M. En otros países de la región becan a cualquier cantidad de estudiantes en más de 500 carreras de forma que, en una década los egresados rusos que laboren en Centroamérica superarán el total de graduados en otros países.
El nuevo siglo y los acontecimientos violentos que trajo -fundamentalmente los atentados de 2001 en Nueva York- concentró la atención de la política exterior USA en Oriente Medio: Irán, Irak, Afganistán y Siria, fundamentalmente, aunque no de forma exclusiva. Además, la poco afortunada política exterior de la administración Obama, la consolidación de Putin en Rusia, el ascenso de Xi Jinping y la habitual indecisión europea, hicieron que el liderazgo internacional -desde la visión realista de las relaciones internacionales- se reordenará, situando a la cabeza a Rusia y China más que a USA o a la tradicionalmente alejada UE. Por su parte y simultáneamente, Irán penetró hábilmente en América Latina y, muerto Chávez, fue sustituido por Rusia y de distinta forma por China, ambas, ante el default económico de la petrolera venezolana PDVSA, acudieron inmediatamente en su auxilio.
La Guerra Fría, cuando dos ideologías predominantes se confrontaban con ejércitos, armas y misiles, ha mutado a La Guerra Mediática y de Acción Indirecta (Ciberguerra) en la que se usan las redes sociales, “la democracia”, la “paz” y conceptos que llegan más al ciudadano emotivo medio, sin abandonar el rol tradicional de la diplomacia. El papel del que se acusa a Rusia en procesos electorales como el norteamericano o el intento de independentismo catalán, además de los hackers detectados en China que actúan en el mundo, lo corroboran y advierten del peligro futuro y los vectores de procedencia.
Está en proceso, sin advertirlo, una sórdida batalla producto de la penetración en América Latina de esas grandes potencias y, seguramente, de la reacción USA que ve una amenaza, no ya de armas nucleares sino de promoción del crimen organizado, mafias, lavado de dinero y sobre todo la probabilidad de utilizar esos vectores para facilitar al terrorismo islámico radical alcanzar las fronteras norteamericanas. Este último aspecto pareciera no ser probable, pero si el más peligroso porque afectaría directamente intereses norteamericanos en el propio corazón del país y pondría en evidencia debilidades difíciles de superar en la percepción del ciudadano común.
La personalidad del presidente Trump parece no ayudar a lograr acercamientos estratégicos que reduzcan las vulnerabilidades y recuperen el espacio geoestratégico perdido. Tampoco coadyuva para nada el perfil de Putin ni el de Xi Jinping, considerado el presidente con más poder desde Mao Zedong, una coincidencia de tres grandes que divergen en casi todo.
La historia nos vuelve a poner delante una trilogía de personajes que a diferencia de aquellos tres que hicieron posible el derribo del muro de Berlín (Reagan, Thatcher y Juan Pablo II), generan alta fricción con repercusiones internacionales, lo que puede dificultar la capacidad de negociación conjunta. Es de esperar, no obstante, que en pleno siglo XXI no se produzca ninguna situación violenta de aquellas clásicas que protagonizaron el pasado siglo.
Pedro Trujillo, Consejero Editorial
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