“Yo sé cómo se genera el cambio”
Pero la misión de María Pacheco es lograrlo a nivel masivo
De niña le gustaba subirse a los árboles, correr y jugar, “pero no con muñecas”, porque le parecía aburrido. María Pacheco, quien ostentó el récord centroamericano de salto alto, quería dedicarse al atletismo. Sin embargo, en el camino de la vida le surgieron otras señales.
Al terminar de estudiar biología escribió lo que ahora identifica como su sueño: “Sueño con un mundo donde el sonido del viento contra los árboles, el canto de los pájaros desde sus nidos, el salto de una lagartija de una rama a otra, las huellas de un tigrillo en el suelo, la brisa del manantial en el hogar y la paz entre hermanos sean acontecimientos de un día común”. En definitiva, un sueño en el que se adivina su amor por la vida.
María Pacheco, fundadora de Kiej de los Bosques y de Comunidades de la Tierra, del Grupo Saqil.
Parte de su niñez transcurre en Kansas, Estados Unidos de América, con su familia. Cuando vuelve a Guatemala, durante el conflicto armado, estudia en el colegio Monte María, donde aprendió sobre el servicio y colisionó con la pobreza, “porque cuando vienes de no haberla visto por mucho tiempo, te choca”, afirma.
Al contrastar ambas realidades comprendió que la pobreza no era normal. María atendió refugiados en san José Poaquil en donde vio cómo un niño moría en sus brazos por falta de un suero. “Ese momento me marcó… no quería ser parte de un país que permitiera eso”. Ese hecho la motivó a encontrar la forma de solucionar las situaciones de pobreza, sobre todo de las mujeres.
La solución se la dieron las mujeres de Jocotán y de san Martín Jilotepeque, quienes le solicitaron fuentes de ingreso. Esa petición fue el comienzo de Kiej de los Bosques y de Comunidades de la Tierra, ambas parte del grupo Saqil. Actualmente, 350 mujeres sueñan, producen y generan ingresos que les permiten hacer lo que quieren y mejorar la vida de su familia. En el grupo Saqil continuamente se preguntan cómo hacer para crear prosperidad y para proteger a la tierra.
En los veinte años que lleva esta iniciativa, María ha combinado su tiempo como esposa y madre de tres hijos. Para ella, “ser mamá es hacer un mejor país”. Ha aprendido que los mercados internacionales valoran lo ancestral si se protegen los ecosistemas; que cuando las mujeres rurales cuentan con ingresos, los problemas como la desnutrición y la falta de educación se solucionan.
Sin embargo, el aprendizaje más valorado, es el darse cuenta que si las personas poseen un sueño y quieren hacerlo realidad, no hay nada que se los impida si cuentan con pasión. “Yo sé cómo se genera el cambio, pero el reto es saber cómo se genera el cambio masivo”, señala.
María está convencida de la importancia de lograr la equidad de género en todos los ambientes, porque “un país no va a caminar, si solo la mitad está participando”, concluye.
Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
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