Algunos desafíos del capital humano en Guatemala

Comienzan por garantizar un buen comienzo a nuestros niños

Hablar de capital humano puede escucharse muy economicista, pero solo es una forma de referirnos a las capacidades de las personas y nos permite desarrollar una discusión informada en términos cuantitativos y cualitativos. En todo caso, se debe dejar claro que, el ser humano es el principio y fin de todos los esfuerzos que realizamos.

Contamos con una medición del Índice de Capital Humano del año 2020, justo cuando comenzó la pandemia del COVID-19. Este índice resume cuan productivos serán los niños que nacieron en Guatemala en ese año, como miembros de la fuerza laboral en el futuro, en función de los riesgos a una educación deficiente y una mala salud.

El resultado de esta medición es que, una persona nacida en Guatemala será un 46% tan productiva cuando crezca como podría serlo si hubiera disfrutado de una educación completa y una salud plena.

Este resultado nos dice que estamos muy lejos del objetivo de que los niños guatemaltecos lleguen a la escuela bien nutridos y listos para aprender, que las aulas sean lugares en los que verdaderamente se alcancen los aprendizajes propuestos y que todas las personas tengan la oportunidad de desarrollarse como adultos sanos, capacitados y productivos. ¿Dónde debemos comenzar a cambiar el resultado que nos señala el Índice de Capital Humano? En nuestro caso apostaría por garantizar un buen comienzo a nuestros niños.

Lamentablemente, Guatemala ocupa el sexto puesto a nivel mundial y el primer lugar en América Latina y el Caribe con mayor porcentaje de menores de cinco años con un nivel “importante” de baja talla para la edad (en este caso, “importante” significa que han crecido por debajo de dos desviaciones estándar en comparación a la norma universal de referencia sobre el crecimiento para todos los menores de cinco años, según su sexo, del estudio multicéntrico de la Organización Mundial de la Salud -OMS-).

Además, un estudio reciente estimó que, el costo de la doble carga de la malnutrición en Guatemala es equivalente al 16.3% del PIB, y que poco más de dos tercios son atribuibles a la desnutrición y el resto al sobrepeso y la obesidad. Para colmo de males, entre 1966 y 2022, la prevalencia a nivel nacional de este nivel “importante” de baja talla para la edad se redujo, en promedio, solo 0.32 puntos porcentuales por año. Esto significa que, si continuamos con este mismo ritmo de mejora nos tomará más de 100 años llegar a la prevalencia de este nivel “importante” de baja talla para la edad que promediaron, en 2018, los menores de cinco años de América Latina y el Caribe.

Acá vale la pena compartir información del simposio celebrado en 2019 y dedicado a la memoria de la Dra. Ana Victoria Román, celebrado en el marco del 70 aniversario del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (INCAP), con el fin de obtener un entendimiento compartido sobre la problemática del crecimiento.

La talla es un reflejo de las condiciones ambientales en las que crecen todos los seres vivos, incluyendo a los humanos. El retardo en la talla es un mecanismo de sobrevivencia y adaptación a condiciones limitantes del entorno. Cuando una persona vive en condiciones de desarrollo desfavorables, el retraso en su crecimiento lineal inicia desde la concepción y se acentúa a los 24 meses (período conocido como los primeros 1,000 días de vida).

El retardo del crecimiento lineal se define como el hecho de no alcanzar el potencial de crecimiento lineal propio. Desde décadas atrás se ha utilizado erróneamente el término “desnutrición crónica” para nombrar al fenómeno conocido en inglés como “stunting” (en español la traducción sería “desmedro”).

El retardo del crecimiento lineal implica que, (grupos de) niños son demasiado bajos para su edad, pero no implica que sufran desmedro. El desmedro se define como una puntuación de talla para la edad menor a dos desviaciones estándar de la norma de crecimiento de la OMS. En una población sana se esperaría que alrededor del 2.5% de todos los menores de cinco años sufriría desmedro. Por lo tanto, el 46% de desmedro en menores de cinco años de Guatemala es indicativo de un entorno de crecimiento deficiente. Claramente, los menores de cinco años que sufren desmedro son un subconjunto de los que padecen retardo de su crecimiento lineal.

En todo caso, el retardo en el crecimiento lineal es el resultado de factores multicausales, de los que la desnutrición crónica (carencia de la ingesta calórica y de nutrientes durante un largo período de tiempo que conduce al retraso del crecimiento lineal) constituye únicamente una de las causas.

Por lo tanto, un enfoque centrado en mejorar la disponibilidad y el consumo de alimentos, con certeza, se quedará corto para afrontar la problemática del retardo en el crecimiento lineal en los menores de cinco años.

Parece existir un acuerdo generalizado en que se necesitan intervenciones más integrales que atiendan las distintas causas del retardo del crecimiento lineal en los menores de cinco años. Entre estas causas se pueden señalar, a manera de ejemplo, una nutrición deficiente de la madre antes de la concepción, durante el embarazo y la lactancia; prácticas de higiene deficientes; saneamiento y abastecimiento de agua inadecuados; estimulación y actividad inadecuadas de los niños; condiciones socioeconómicas deficientes del hogar, y la recurrencia de enfermedades de las madres y de los menores; entre otras.

Una analogía que presentó durante el simposio el Dr. Jef Leroy, del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, es muy útil para explicar la necesidad de atender las diversas causas del retraso en el crecimiento lineal. Específicamente, nos dice que cuando un detector de humo se enciende llamamos a los bomberos. Ellos llegan para extinguir el fuego, pero no para apagar el detector de humo.

La baja talla para la edad es como el detector de humo. Nos indica que el ambiente para los niños es deficiente, y también nos indica que su futuro no se ve nada prometedor. Por lo tanto, el foco debe ponerse en el fuego; es decir, en el ambiente deficiente al que están expuestos los menores de cinco años que presentan retardo en su crecimiento lineal.

Hasta ahora solo se ha hablado de cifras promedio que son alarmantes, pero que esconden diferencias importantes. En la Gráfica 1 se puede observar la prevalencia más reciente del desmedro en menores de cinco años según el área de residencia, la etnia reportada y el índice socioeconómico del hogar.

Está claro que, la problemática que viven los hogares cambia drásticamente según las distintas variables analizadas; es decir, el entorno de un menor de cinco años indígena en un hogar localizado en el área rural y que pertenece a un hogar con índice socioeconómico bajo es mucho más precario al de un menor no indígena del área urbana y de un hogar con índice socioeconómico alto.

Además, los casos de crecimiento infantil deficiente que son similares desde una perspectiva biológica pueden surgir en situaciones muy diferentes y tener una amplia gama de causas. Por lo tanto, las respuestas de “talla única” no son efectivas para afrontar el retardo del crecimiento lineal. Será necesario medir la talla de cada niño y, al mismo tiempo, recoger información sobre otras dimensiones que nos ayuden a determinar cómo y a qué nivel debemos intervenir en sus entornos para lograr un crecimiento infantil saludable.

Uno de los aspectos clave del entorno de las personas es el sistema de salud al que tienen acceso. Existe cierto acuerdo en que un sistema de salud debe mejorar la salud y la equidad sanitaria de una manera que sea receptiva y financieramente equitativa, y haciendo un uso óptimo, o lo más eficaz posible, de los recursos disponibles. Es decir, que el sistema de salud debe ser eficaz, eficiente, equitativo, y responder a las necesidades y demandas de toda la población que cuida.

Sin embargo, la enfermedad del COVID-19 desenmascaró que la mayoría de los sistemas de salud no estaban adecuadamente preparados para afrontar dicho desafío. El desafío actual es construir, a partir de las lecciones aprendidas, una “mejor normalidad”, que la existente previa a la pandemia del COVID-19.

Actualmente, contamos con un sistema de salud segmentado, fragmentado e ineficiente que se caracteriza por priorizar lo curativo en lugar de lo preventivo, y que no invirtió lo suficiente en la infraestructura sanitaria pública.

Al comparar la evolución de los distintos tipos de establecimientos por cada 100 mil habitantes, durante el período 1975-2022, se encuentra una tendencia hacia el deterioro en los tres niveles de atención. Con una estimación conservadora para 2022, se encontró una brecha de 3,684 puestos de salud en el primer nivel de atención que es fundamental para la prevención de las enfermedades y la promoción de la salud. Esto significa que, nos faltan 2.7 veces los puestos de salud con los que contamos actualmente (ver Gráfica 2). Desde el punto de vista presupuestario en 2022, el 36.3% fue para el primer y segundo nivel de atención.

Persiste el desafío de contar con el compromiso político, la participación de las partes interesadas, y las capacidades de gestión y de liderazgo necesarias para transitar del sistema de salud actual centrado en la enfermedad con abordaje hospitalocéntrico al deseado que mejora la salud de toda la población.

En síntesis, es necesario construir el acuerdo social de un nuevo sistema de salud para Guatemala que promueva y haga accesibles de manera universal (sin dejar a nadie atrás): los estilos de vida saludables, las prácticas preventivas de enfermedades, que maximice la detección temprana de situaciones de enfermedad y que minimice el agravamiento de los casos ya diagnosticados de enfermedad de las personas (particularmente de los más vulnerables).

En el contexto electoral actual, es necesario analizar si las propuestas de los candidatos verdaderamente atienden de manera integral las causas de las problemáticas que nos aquejan. Nelson Mandela decía que, “no puede haber una revelación más clara del alma de una sociedad, que la forma en que trata a sus niños”.

Jorge Lavarreda
Investigador Asociado
CIEN
jlavarre@cien.org.gt

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