Las costumbres y tradiciones en Guatemala son tan variadas como su cultura. En la fotografía El Palo Volador de las fiestas patronales en El Quiché y Baja Verapaz, y los Barriletes Gigantes de Santiago y Sumpango, en Sacatepéquez.
En un país multicultural no solo abundan las tradiciones sino que se acentúan con el paso de los siglos. Algunas son un legado maya, otras, una herencia hispánica de la época colonial y algunas más, producto de una fusión entre ambas tradiciones culturales. Pero también las hay contemporáneas. Lo cierto es que Guatemala es un país de costumbres, ritos y contrastes.
Esta mezcla cultural, sin duda, es un atractivo tanto para los turistas nacionales como extranjeros, quienes gustan participar de las distintas celebraciones y fiestas patronales de cada pueblo. Lo tradicional en las ferias patronales es la venta de comida, que varía desde manzanas con caramelo hasta elotes, chuchitos, molletes, churros, tostadas y atoles, por mencionar solo parte de la variedad gastronómica regional. Las misas y liturgias ancestrales o costumbres, la quema de cohetillos, los trajes de gala y los rituales especiales no pueden faltar. Y en algunos lugares se espera el recorrido de más de una procesión.
De cualquier manera, las fiestas patronales y las actividades culturales son una excusa para recorrer el país a lo largo y a lo ancho. Por ejemplo, en Chichicastenango (del 17 al 23 de enero) y Joyabaj (el 15 de agosto), El Quiché, y en Cubulco, Baja Verapaz (el 26 de julio) se realiza la danza del Palo Volador. La historia surge del texto maya Popol Vuh, que relata la historia de dos hermanos, Jun Batz y Jun Ch’owen, que trataron de matar a sus hermanos gemelos Hunapú e Ixbalanque. Como fracasaron, de castigo fueron convertidos en monos.
Esta danza prehispánica con movimientos graciosos, al compás de una marimba de tecomates, consiste en que dos bailadores vestidos de monos se van desenrollando por medio de cuerdas desde la punta de un tronco de unos 30 metros de alto, hasta que llegan al suelo. Previo a la danza practican el ritual del “Fuego Sagrado” para pedirle a la naturaleza que les ayude a escoger el árbol para la ceremonia, al que se le coloca una estructura para que pueda girar, y el que es cargado por 400 hombres.
El primero de noviembre, en San Agustín, Sumpango, Sacatepéquez, y en Santiago, Sacatepéquez, el cielo se vuelve multicolor por la costumbre de volar barriletes que sobrepasan los 10 metros de altura, emplean alrededor de 35 personas, requieren de hasta 45 días de trabajo, con una constancia de 6 horas diarias, y que pueden llegar a costar casi los 50 mil quetzales.
La historia de los barriletes gigantes surge de una tradición oral. Esta reza que al alba del 1 de noviembre, el dios mundo abre las puertas del inframundo para que durante las siguientes 24 horas las almas y los espíritus visiten los lugares donde vivieron. Los vivos los reciben con flores en la puerta y en los marcos de las ventanas o cualquier abertura de la vivienda. Hacen altares, colocan velas, frutas, legumbres, vasos con agua y hasta aguardiente, para recordarles que aún son bienvenidos en sus casas.
Según los dogmas, quien no hace el ritual para sus santos difuntos corre el riesgo de que los espíritus les ocasionen daños a las cosechas, causen enfermedades e, incluso, atenten contra la existencia de otros seres en la familia. Por ello, para romper este fenómeno, los pobladores hicieron que el viento chocara contra pedazos de papel para alejar a los malos espíritus, y a los buenos les indica el camino al cielo. Poco a poco estos pedazos de papel se convirtieron en barriletes o cometas, que generalmente se comienzan a volar a las 4 de la madrugada, pasan todo el día en el aire hasta las 4 de la tarde, y son vistos por miles de turistas.
La manifestación cultural de mayor tradición en el país es la Semana Santa, que se celebra entre marzo y abril de cada año. Los turistas y nacionales viajan para conocer las tradicionales alfombras de aserrín, que cada vez son más sofisticadas y mejor elaboradas. Se crean a lo largo del recorrido de las distintas procesiones de la pasión de Jesucristo, en donde su imagen es acompañada por las de la Virgen María y algunos santos, que van cargados en hombros por feligreses y devotos que visten de cucuruchos o con túnicas, si pertenecen a las hermandades, cofradías y asociaciones de la iglesia católica. El cortejo es acompañado por maestros filarmónicos de música sacra que interpretan las marchas fúnebres.
Del 23 de octubre al 3 de noviembre, en Todos Santos Cuchumatán, un pequeño pueblo en la Sierra de los Cuchumatanes, al noroeste del departamento de Huehuetenango, se realiza la Carrera de Cintas, una actividad de gran atractivo turístico que se acompaña de otras tradiciones. Aunque el origen de esta carrera de caballos no es muy claro, se cree que podría ser la celebración del triunfo de los mames que tomaron caballos para escapar de los españoles.
Otra teoría es que la carrera sirve para purificar el suelo, porque los participantes sacrifican un pollo que llevan consigo y derraman su sangre, además de que no compiten y corren por tradición. Los jinetes visten con plumas, cinturón y chaqueta especiales, y adquieren un compromiso mínimo de cuatro años para no atraer la mala suerte. Al cuarto año, el jinete debe comer un pollo entero la noche antes de la carrera.
La Quema del Torito no puede faltar en las diferentes culturas guatemaltecas. La tradición comenzó después de la Conquista, con la introducción de juegos pirotécnicos en las celebraciones religiosas. El torito es una armazón de madera y alambre, cubierta de cohetes, estrellitas y canchinflines, que se coloca sobre los hombros de una persona que baila cuando se activa la pólvora. Los observadores corren para no ser alcanzados por el torito.
Hay tradiciones más recientes, como la peregrinación que se realiza en motocicleta. Se trata de la Caravana del Zorro, que por primera vez se celebró en 1961, y en la que casi 50 mil peregrinos viajan en vehículos de dos ruedas a Esquipulas, Chiquimula –considerada la capital centroamericana de la fe-, para visitar la Basílica del Cristo Negro.
Guatemala es un país de danzas, sones y bailes folclóricos, en los que prevalecen distintas expresiones artísticas, acompañadas por música con instrumentos como el tun, la chirimía y la marimba. Su gastronomía es muy amplia e incluye platillos admirados en el mundo, como el fiambre, que contiene más de 50 ingredientes y que es símbolo de la pluriculturalidad de nuestra gente.
Por tanto, Guatemala es el país de la eterna primavera.
Ileana López
Directora
Revista GERENCIA
gileana@agg.com.gt